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El dolor de reengendrarse.- Los problemas de la crítica.- El folklore, aopio de nuestro pueblo?-aHacia dónde vamos? - El concurso de Tolosa 111 e ONFIESO que la expresión "culturas vivas", que hábilmente maneja Luis de Pablo, me encandila. Poder presentar nuestr,a música coral a la faz del mundo entero con la convioción de ser escuchado, porque hay en ella savia y espíritu nuevo1,, cap•aces de inyectar nueva vida a la cultura universal, sería motivo de orgullo demasiado legitimo. Pero, ¿podemos afirmar seriamente que la, músic-a vasca es hoy una cultura viva? ¿No debemos •reconoce,r más bien, aunque nos duela, que hicimos de ella una momia, o un museo, y que como tales estamos empe– ñados en conservarla? Cuando se vive gozosamente el regusto de la propia personalidad, sin apenas dar lugar a, la revisión, se e,stá provocando a mayor o menor plazo la aparición de una crisis peligrosa: el dolor de reengendrarse. Crisis que pudiera evit,arse con una línea de constante evolución, con unos ojos y oídos atentos a la marcha mundial de li. estética o simplemente con acep– tar como ineludible el "Panta rei" de Heráclito. Ahora, al abrir los ojos, nos encontramos con una clara indigencia de renovación. Y menos mal si acertamos a verlo así. ¿Medi-cina para tal enfermedad? Hay una básica y preventiva, que es la que precisamente nos ha faltado: la crítica. Los problemas de la crítica Cuando ·con tanta frecuencia escuchamos decir que tenemos coros muy buenos, ent,e los mejores de Europa y del mundo; que nuestros composi– ton,s son excelentes; que la música vasca está en primera línea entre las mundiales, ¿estamos en lo cierto?, ¿tenemos fundamento para afirmarlo?, ¿no estaremos pecando Je na.r'Cisismo ingenuo o estúpido? A mí me alegra sobremanera que los críticos de Madrid, Barcelona o del extranjero dediquen a nuestros coros elogios, por desmesurados que sean, aunque no me los trago incautamente sin pasar por el tamiz de una mínima reflexión. Pero no me alegro cuando la alabanza sale de nuestras propias plumas. Esto no va con la seriedad de, nuestro temperamento. No debe ir. A cambio opino, que deberíamos movernos en una autocrítica perm1;1,nent.e, camino expedito e insustituible para estar en todo al día. Frente a este ideal nos encontramos con la muy humana, pero irreflexi– va, tende.ncia de p"ocurarse "como sea" criticas favorables. En ocasiones con el aparente argumento de apoyo legítimo a la labor· desinteresada de los coros. -11-

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