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LOS CAPUCHINOS Y LA OBSERVANCIA DE LA REGLA 299 desean vivir íntegramente la regla seráfica. Igualmente hay que afirmar que en no pocas ocasiones el ferviente anhelo se crista:iiza en ciertas exa– geraciones, como norma ,de vida permanente. Pero de nuevo surge el problema actual. ¿La acomodación moderna de la orden sigue lá pista trazada por las primeras generaciones capu– chinas? Con mentalidad distinta, con diversidad de entorno, con discre– pa.nda de enfoque; ¿pero con el mismo sincero deseo de practicar de hecho hoy y a nuestro modo la pobreza-austeridad con todas sus conse– cuencias, en edificios, vestidos, alimentos, uso del dinero y necesarias limitaciones? Si se prefiere, diversas de las vividas por los capuchinos en el siglo XVI; ¿pero reales, no teóricas, en el siglo xx? ,4. Observancia y aprecio de la regla Si consultamos las fuentes· diplomáticas, legislativas y narrativas del primer, siglo de la orden, un ideal emerge por doquier, foguea el espíritu capuchino y encuadra la actuación de los hermanos: el íntimo, ininterrum– pido y anhelante deseo de observar escrupulosamente la regla y las inten– ciones del seráfico padre. ¿Razones? ¿Se deberá a que para el fundador la norma de vida por él trazada es la medula del evangelio, ·el libro de la vida, la esperanza de la salvación y el pacto de la eterna alianza? ¿Acre– centarán la estima de los religiosos las exhortaciones del santo para que sus hijos la observen sin glosa y a la letra? ¿Influirá, tal vez, la creencia de que ha sido inspirada directamente por Dios, hasta el punto de con– siderarla más como obra divina que :humana? Puede opinarse cuanto se quiera; pero la conclusión siempre per:rna– nece idéntica; el único motivo fundamental del origen de la orden capu– china es el cumplimiento visceral de la regla, que conduce a los religiosos a apreciarla, estudiarla, llevarla consigo, leerla con frecuencia, conversar y meditar sobre ella. Y, como consecuencia, a plasmarla en la práctica, sin mitigación alguna. La reflexión incluye un problema de hondura. Estudiados científica– mente muchos aspectos de la reforma capuchina, reconocidos los íntimos deseos de observar integralmente la regla y comprobados ciertos extre– mos de exageraciones concretas, perfectamente comprensibles por la men– talidad del siglo XVI y las lecturas que alimentan la espiritualidad de los primeros reformadores, cabe preguntar: ¿a qué debemos atenernos hoy: a las intenciones por eillos alimentadas, o también, al modo práctico de encarnarlas? En otras palabras: ¿basta al capuchino ser auténticamente· franciscano o ha de buscar y mantener sus peculiaridades propias? Muchas distinciones podrían formularse para responder cumplida– mente al problema planteado. Pero estimamos que la realidad no puede apartarse mucho de las siguientes conclusiones: ante todo, se debe mirar las intenciones de los fundadores, y, por lo tanto, la regla franciscana debe ser para los capuchinos la norma fundamental peculiar de vida reli– giosa. Las pretendidas exagéraciones en cumplirla, las concreciones a la

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