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FIDEL DE PAMPLONA su redacción el género de obligaciones que imponían. Los comentaristas, por su pan:e,. solícitos en la exposición de su oontenído ascético, no se detuvieron en determinar'ª e:x:tensión mor.al y jurídica de sus pr~scrip– ciones (4). . Pe.ro a.i m~diados del siglo XII prodújose un profundo viraje en este sentido. El! origen de la familia cisterciense, con las forbulenoias y zo. zobras a que dió lugar antes que San Rupertlo y algunos de sus súbditos !1.1-n.dasen el Monásterium Novum ; el canón del ConciUo IV de Letrán (u15), por el que se prohibía redactar nuevas Reglas monásticas; la obligació-n que a veces imponían los Papas a monjes vagabundos de abrazar su propia Regla y aun otra que no habían profiesado ; el carác– ter púbiico que se concedía a est:Ó1, documentos, en contraposición ai 93t'.ácter prjvado que antes dominaba: se las reconocía: solemne01ept~ in– c#:11yendo el texto íntegro en la Bula de aprobación ; el espíritu batallador ~- la época, favorecido pot el renacer de la Esoolástica y su afición por ~i~utir de todas las materias imaginables, máxime si, como en Ia pre– ttellte, se desprendían consecuencia~ de importancia, fueron razones más que suficientes para proponerse en toda su agudeza hasta dónde llega"' ba la obligac:ón de cumplir las Reglas a los que las profesaban (5). A) Los MONJES DE CHARTRES A mediados dell siglo xn y en la familia benedictina reinaban en este punto diversas opiniones. 'Comenzaron a preguntarse si 'todo cuanto contenía la Regla era precepto .o no, dando a dicho térmíno el signifiéado de obligación grave. Caso de que la legislación contuviera, también con– sejos, ¿ qué expresiones indicaban aquéllos y cuáles éstos? (6). Las angustias de los monjes se acentuaban con la opinión, bastante eactendida entonces, que juzgaba srr materia grave todo cuanto el Supe– rior ordenaba, basada en que el voto de obediencia incluía tales compro– misos. Hasta habían oomenzado algunos a lamentarse de que se les ím– ponían cosas imposibles de cumplir y a aterrorizarse por haber emitido dicho voto (7). ·· · Inquietos y preocupados por estos pareceres, los monjes de Chartres, ignorándolo el Abad, acudieron varias veces a SAN BERNARDO, a fin de qtfe les aclarase el problema que tanto les preocupaba, Este fué el ori . _ji> Pará ~ta.rece•r el concepto que hasta el slgfo XII se tenla ;el.e la oblig&tor1edad de las K«$i!!!;~ V1!&se M1zON, l. c., p:p. 1,312·•1812, m ,Mil 1!> creemos con MAZóN, l. e~ pp. 184-ijl'.I. · /6). SAN BERNARDO, en su De praeoepto et dispensatione, deja ru-asluclr tales congo~as de los reltglosos óe su tiempo (Patrologúz. Lattna, d&2, c. J, n. t col. 8fl1 s.). (1) Ibút., c. 12, n. ·30, col. 877 s.; c. 13, nn. 31-H, cols.. 878-fS,O,

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