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OBLIGATORIEDAD DE LAS REGLAS EN LOS SICLOS XII Y. XIII admorMtionem pii patris ~ibe11,¡ter excipe» (72), que indican claramente el error de los que propugnaban la sentencia anterior. Fundándose.acle., más la Regla de San Ben~to en¡ el Evangelio, no es creíble que con– tenga muchos preceptos, cuando en éste se encuentran muy pocos y numerosos consejos. Por otra parte, si todas sus prescripciones pose– yesen tal carácter obligatorio, constituiría ella un peligro de condena– ción ,eterna, sería intolerable, contra lo que expresamente proclama en el prólogo (73), y no sobresa.ldría por su discreción, contra el testi,mo– nio de San Gregiorio. Y, aun prescindiendo de tales radoci'nios, no cabe duda que, supuesto que la Regla es una Ley, para· que merezca tal nombre debe ser honesta, justa 'Y posible de ob.servarse, lo cua.l no se cumpliría si contuviera tantas pnescripciones graves. Parecidos razonamientos hadan los seguidores de San Agustín. Otros acudieron a1 más especiosas argumentaciones para acallar sus concíen– cias, sin rechazar: el sent!ido litera,! de la primera frase : · «Haec sunt qUf,/,f! ut observeMs praecipimus in monasterio oonstituti» (74). Haec; decían algunos, por ser pronombre demostrativo de cosa cercana, dice rela,– ción únicamente a los dos preceptos de la caridad y vid.a común que siguen poco después. Otros, aun suponiendo que todo fuera precepto, defendían que los transgresores de la Regla no pecaban siempre mor– talmente, pues los preceptos afirmativos no obligan ad .semper. Más ingeniosidad mostraban los, defensores de la obligac,ióh en común : cada religioso no está constrefiido a cumplir, la Regla en 'todo su conjunto; basta que entre todos se observe toda, como cuando un padr,e mand.a a su familia limpia1' un campo es suficiente que cada uno limpie su parte, y así todo él quedará libre de malezas (75). La gran batalla, en tomül a la obligatoriedad de su Regla la dieron · los franciscanos. Llena el siglo XIII. Y ni doctores ni Superiores ní Papas consiguieron atajarla ·por completo, antes, por el contrad,o, a princ'oios del siglo XIV rebulló con insólito malestar. Muerto apenas San Francisco, comenzaron los religiosGs a dudar dei contenido de su Regla (76). No faltaban quizás motivos para ello. Ha- í72) Regula, Prologus, .p. ! . · (7a) Id., p. 7. (74) Heg·,J:a ,de ,San Agustln, p. 3•2•0. Clfr. HUMBER1'US DE ROMANIS, l. c., p., 62 s. (75) üon razón, mostránctn la Ingenuidad de esta sentencia, e,scrfü1a HUMBERTO: '\Sed se– cundum ho,c ,sUJfriceret quo,d i'n eo,dem eo·nventu .aliqui.s obse,rva,ret abstinentta,s, a.Uus raceret oratJo,ne,s, alius port,a,ret habi~um debltum, et sic .de sing'ulis, dummo,do to,tum ,servaretur: quod est ridiculu,m dice·re" (De vita regulari, vol. I, p. 63). . (76.) •Gf,r, ECCLE,STON: De adventu Fra,trum Minorum ín Angliam, en "Analecta Fra,ncisc1J,n,a", 1 (1'8'&5), 2412'; Ghronica XXIV Gen1JraUum Ordinis Minorum, en "AnaJec.ta, Franciscana", 3 (d18197), 2!13;; W.ADDINGUl;l: Annales, vol. H, ect. 3,, 'P, :274 s. ,P,ar.a la h!.storla de este perloüo cons~uese GnATIEN Dll PARrs, o. F. M. ,Cap.,: liistoire de la fondx;tion et lle l'evolutiOn de l'Or!lre !les Freres Mtneurs 'au XLII e siecle (P.arls, 19·28). - 19 -

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