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FRAY CRISPÍN DE Rrnzu mi triste vida tan sobrada de miserias y de tristeza; lo hago únicamente por complacer a mi provincial, el M. R. P. Celestino 3 de Wervick. Comienzo, pues, por mi nacimiento. Nací en España 4, en un lugarejo llamado Ugar 4 bis, en Navarra, diócesis de Pamplona, a dos leguas de la ciudad de Estella. Mi padre se llamaba Juan Rafael Goicoechea y mi madre Agustina Izcue, buenos cristianos entrambos. Desde mi infancia fui muy obediente a mis padres. Debo sin embargo manifestar que en tres ocasiones les proporcioné un gran disgusto. La primera, a los nueve o diez años. Un día, con un compañero de escuela de la misma edad, tramé el plan de ir a Estella para alistarme contra los franceses. Habían, efectivamente, invadido injustamente España, y dam– nificaban notablemente a la Iglesia por donde pasaban. Nosotros nos diji– mos: «Es verdad que somos todavía jóvenes para manejar una pequeña carabina, pero al menos podremos aprender a tocar la trompeta o la corneta, y esto no es poco. Hay que ir contra los franceses». Esta determinación .la tomamos por la mañana. Después de comer, en vez de ir a la escuela, nos dirigimos a Estella. Nunca habíamos estado en ella, y no conocíamos el camino. Apenas habíamos entrado en ella, comen– zamos a temblar; nos parecía que todo el mundo sabía que nos habíamos escapado de casa, y que nos encerrarían en un calabozo. Atormentados por este temor, nos encontramús con unas mujeres, una de las cuales dijo a sus compañeras: «Seguramente que estos muchachitos vienen a alistarse contra los franceses». Esto bastó para llenarnos de espanto tal, que desandamos prestamente el camino. Pero esto no era todo. Se trataba de presentarnos en casa de nuestros padres, que ignoraban dónde estábamos; Nuestra escapato– ria había alarmado al pueblo. ¿Qué hacer? La noche se acercaba, y no ha– bíamos comido nada! Nos separamos para entrar cada uno en su casa! Sin saludar a mis padres, subí a la habitación y me acosté. ¿No debía esperar algún severo castigo de mi padre? Contra costumbre y sin duda para no espantarme, no me dijo nada; me reservaba, para más tarde, un castigo que me fue muy sensible. Tenía un amigo oficial y le contó .mi aventura, rogán– gole que me riñera en lugar suyo. Algunos días después de mi hazaña, este. amigo me llevó a una habitación, y habiéndose sentado, me ordenó ponerme de rodillas. Enseguida me reprendió tan ásperamente que yo temblaba al oír sus palabras. Entre otras cosas, me amenazó, si volvía a las andadas, de arrastrarme atado a la cola de su caballo. 3 El P. Celestino fue- Provincial de la provincia Holanda-Bélgica de 1867-1870 en la última permanencia del P. Ugar en Bélgica. 4 P. CIÁURRIZ, p. 410; el 10 de enero de 1800. 4 bis Valle de Yerri. N. T. 612 [2]
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