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NUEVA AUTOBIOGRAFÍA DEL p. GUILLERMO DE ÜGAR, CAPUCHINO V. MISIONERO EN AMERICA Después de un año de permanencia en el convento de Brujas, recibí la obediencia de nuestro Rmo. P. General, Eugenio de Rumillano, para las misiones de América del Sur en la República de Venezuela. Podía embar– carme en Marsella o en _Burdeos, donde hallaría otros misioneros capuchinos españoles con el mismo destino. Esta obediencia me contentó en extremo, pues siempre había deseado ser misionero. Me dirigí, pues a Burdeos, donde encontré a cinco PP. Capuchinos que acababan de llegar de su patria. Se encaminaban a Venezuela no en calidad de misioneros, sino porque el go– bierno español perseguía al clero. Me embarqué en Burdeos a principios de junio del mismo año (1842) y después de una feliz travesía de 40 días, desembarcamos en el puerto de La Guaira 14 , un día después de la llegada de los otros PP. Capuchinos des– tinados a las misiones de Venezuela. Estos habían embarcado en Marsella, venidos en su mayoría de los conventos de Italia. Después de haber descansado tres o cuatro días, pasé a Caracas, capital de la República. Días después de mi venida, me vi acometido de un angus– tioso mal que afligía al país, causando muchas víctimas. Este mal se llama Pujos, y consiste en una disenterfa acompañada de fuertes dolores. Afortu– nadamente, estaba yo alojado en casa del Magistral de la Catedral1 5 que me cuidó muy bien. Una vez restablecido, pasé en un principio a una misión muy vasta que tenía más de doce mil habitantes 16 ; de allí me encaminé a los indios salva– jes que van completamente desnudos en la región del Orinoco 17 • Era un país malsano, en medio de una espantosa soledad, cerca del Río Negro. Mi compañero, un Padre Dominico español 18 , uno de mis amigos más íntimos, cayó peligrosamente enfermo y se vio obligado a dejar este lugar. También yo debía haberme retirado, pero como me habían confiado la direc– ción de esta misión, llamada del Apure, quería permanecer en ella defini– tivamente. Desgraciadamente el gobierno no me envió los socorros necesa– rios para la reducción de los indígenas y la manutención de los misioneros. Acudí muchas veces a las autoridades, pero fue inútil. El gobierno nos había miserablemente engañado. 14 Hay aquí una ligera diferencia con los datos del P, CIÁURRIZ, según éste, el P. Gui• llermo desembarcó el 16 de junio de 1842, después de una travesía de solo 33 días. [11] 15 Se llamaba el Sr. Díaz. 16 Cf. C1ÁURRIZ, Capuchinos I!ustres, p. 424. Sé llamaba San Francisco de los Tiznados. 17 Cf. CIÁURRIZ, o. c., p. 427. Era la Misión de Caribén. 18 El P. Ignacio Fernández, CIÁURRIZ, o. c., 427. 621
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