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FRAY CRISPÍN DE Rrnzu que tomar en el campo otra cabalgadura. Otra vez mi pobre hábito fue atrrt– vesado por una bala de fusil; por eso nuestros soldados y la gente sencilla decía, bromeando, que el hábito del capellán capuchino del general Sagasti– belza rechazaba las balas 12 • Acabada la guérra por la traición de Maroto, general en jefe de p.ues– tro ejército, triunfó la revolución en España. Nosotros nos refugiamos en Francia, como también nuestro muy amado Rey Carlos .V, en el mes de sep– tiembre de 1839, después de 19 años de guerra de religión. ¡Respetemos los designios de la Providencia! Me establecí en Bayona. Pero un día al salir de la catedral, después .. del sacrificio de la Misa, fui detenido por la policía del viejo rey Luis Felipe y encerrado en la prisión. Permanecí cuatro días como si hubiera sido un malhechor. Estuve muy contento, como lo estoy ahora, porque era inocente, y es glorioso sufrir por la religión. Después de haber gustado los perfumes de la cárcel de Bayona, el sub– prefecto me entregó un pasaporte para el departamento del Orne. Fui escol– tado por dos gendarmes durante parte de mi viaje, indicándome el itin,erario que debía seguir rigurosamente hasta mi destino.· A mi salida de la prisión de Bayona, cuando emprendía la ruta hacia Normandía, todos mis amigos y la mayoría de sus habitantes se compade– cieron de mí y no pudieron menos de censurar a la autoridad orleanista. ¡Pero qué verdad es que los juicios de Dios son muy diferentes de los de los hombres! La Divina Providencia me condujo a la ciudad de Alen~on para enviarme de allí a un convento de Bélgica. Por una contingencia feliz, supe que había un convento de capuchinos en la ciudad de Brujas 13 • «El cielo me es propicio, exclamé, Dios me llama a ese convento. Hay que marchar a él». Escribí al R. P. Superior de la comunidad,· apelando a su caridad fraterna que me recibiera. Recibí respuesta favorable, y me encaminé a esta querida Bélgica, a donde llegué, según creo, en el mes de mayo de 1841. 12 En la lucha violentísima en S. Sebastián contra los ingleses que ayudaban a los cristitnos, el Brigadier Sagastibelza que mandaba el primero y quinto de Guipúzcoa recibió un balazo en la cabeza y murió en brazos del P. Guillermo, cuando era conducido a Hernani. NT. 13 En 1838, los capuchinos de Brujas habían tratado con el P. José de Mataró ca– puchino catalán en Toulouse, para conseguir un lector :v un superi01· de esta provincia, pero el asunto no tuvo éxito, Pero no fue en Toulouse donde el P. Ugar se enteró de la existencia del convento de Brujas; fue informado por un hermana de las Escuelas cris– tinas, originario de Bélgica, pero residente en Alencon. (CIÁURRIZ. Capuchinos Ilustres, p. 417.) 620 [10]
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