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FRAY CRISPÍN DE Rrnzu _Na_varra y las provincias vascas tomaron las armas y salieron al encuentro d.e los revolucionarios. Fernando VII envió las tropas más fieles. Llegaron a Vera los regimientos realistas; se entabló una escaramuza en fa que hubo muertos y heridos por ambos bandos. Pero los revolucionarios rodeados por todas partes, lograron pasar a Francia. Así fracasó la revolu- . ción, pero desgraciadamente por poco tiempo. Volverá a esta desgraciada España y será fuente de muchas lágrimas. IV. 'BAJO MARIA CRISTINA Tres o cuatro años después del triunfo de la legitimidad, aconteció la mnerte de Fernando VII. Su esposa, la famosa Cristina, se puso al frente de la revolución. Comenzó suprimiendo las comunidades religiosas. Su decreto , se ejecutó en todas partes menos en las comarcas fieles a Don Carlos. Bajo el gobierno de Cristina estalla_ron en España incontables calamida– des, entre las cuales sólo indico la célebre matanza de Madrid, cuyo recuer– do estremece, en la que fueron asesinados 77 religiosos y 13 heridos, de las Ordenes de Jesuitas, Dominicos, Obervantes y de la Merced para la reden– ción de los cautivos. Se ve claramente la funesta actuación del gobierno de Cristina, la libe– ral, y el buen pueblo español se convenció del derecho de Don Carlos a la corona de España 8 • La guerra estalló én toda España, principalmente en Navarra, en las provincias vascas, en Cataluña, y algo más tarde en el Bajo Aragón. Nuestro convento de Vera fue enteramente quemado por Rodil, gene– ral del ejército de Cristina. Nuestra comunidad fue dispersada. Pero es pre– ciso que cuente lo que aconteció en nuestro convento antes de la desbandada. Días antes de la llegada de los liberales a Vera, nuestro P. Guardián 9 que era un digno religioso, .pero muy. miedoso, me dijo que no podía que– darse en el convento. Temeroso de los liberales iba a ausentarse durante algunos días. ¡Triste situación la mía! Como Vicario y presidente del con– vento, debía preocuparme de la pobre comunidad en circunstancias bien difíciles. Rodil, al frente de una poderosa columna, se hallaba a cuatro o cin– co leguas de Vera. Todos estábamos muy alarmados; yo más que todos. 8 El P. CIÁURRIZ, en Capuchinos Ilustres, p. 459, afirma que el P. Guillermo era un carlista muy fino. · 9 Era el P. Gregario de Tolosa (Juan Gregario Uverte). Tomó el hábito en Vera el 12 de marzo de 1803. Fue lector de artes en 1827, de Teología en el convento de Pam– -plona; guardián de Vera en 1833. Murió en 1855 atacado del cólera morbo. NT. 618 [8]

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