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LA CONSAGUINIDAD EN GUIPUZCOA Y SU CAPITAL De 1918 a 1966 49 los años siguientes para fijarse alrededor de los 2600 en los últimos diez. Este crecimiento, que no es rectilíneo, debido en gran parte a la inmigración, decide eficazmente las frecuen– cias; por ello su declive no es el total refrendo de la evolución del comportamiento. Es muy llamativo el hecho de que tras los años de guerra, perturbadores de los hábitos sociales, si– gue una eclosión matrimonial que casi anula el obligado abs– tencionismo del periodo bélico; y curiosamente, el número de bodas celebradas por anualidad excede al de cualquiera de las precedentes; el año 1944, el más bajo desde su década al fi– nal, supera en 272 enlaces a 1931, que suma la cifra mas alta de toda la primera parte. Esta exaltación nubia! hace sentir su efecto en la natalidad subsiguiente. No olvidamos subrayar, no obstante, que sumando los matrimonios del cuatrienio bé– lico y los del siguiente (1936-43), se aprecia un déficit anual de unos 80 matrimonios respecto de la media anterior. El cambio en el comportamiento se aprecia relativamente pronto en el total provincial, no en todos los arciprestazgos. Aun prescindiendo del dato comparativo (suma total de matri– monios), se advierte la tendencia a disminuir. En efecto, de 1918 a 1935, se suman casi la mitad de todos los consanguíne– os, y solo 647 en los últimos 18 años, una media de 62 anuales en la primera parte frente a 36 en la final. El giro se atisbó rela– tivamente pronto. Hasta la década del los 30, las cifras absolu– tas y de frecuencias se mantienen altas; destacan el 1920 (81 registros) y 1922 (99), acumulación que indudablemente se acusa en los siguientes. Tomando el trienio como unidad, quizá más objetiva que el año, se observa que los cuatro primeros mantienen la frecuencia por encima del 4%, descollando los dos iniciales que se sitúan cerca o por encima del 6%. A partir del quinto trienio, no se alcanzan esas cotas, aunque algunos años lo hagan. El trienio postbélico supera ligeramente el 3%, nivel no repetido en adelante. Adviertase que este declive no se debe tanto al recorte de los consanguíneos cuanto al aumento de los matrimonios; véase por ejemplo, que el trienio 40-42 ex– cede en las cifras de emparentados a los trienios 24-26, 30-32 y 33-35. La Tabla I patentiza la evolución en el decurso de los años: comienza con valores en tomo al 6%, siguen varios años en 4%, se fija al rededor del 3% por los años cuarenta, disminuye sensiblemente a continuación para establecerse por debajo de 2% desde 1955 al final. El decrecimiento relativo es mucho más notable que el absoluto debido, como queda advertido, a que se duplica el número de bodas anuales. Los matrimonios de 3. 0 , tuvieron considerable peso al prin– cipio: hasta 1930, se producen mas de la mitad, con un prome– dio de cuatro por año; vuelven a concentrarse un poco en la dé– cada de los cincuenta. La declinación es perentoria entre los matrimonios de P.H.: en efecto, mas de la mitad pertenecen al periodo 1918-35; tiende a conservarse la costumbre por los años cuarenta, aunque debilitándose gradualmente; a partir del 51, la cifra anual promedia se reduce casi a la tercera parte de la anotada en la primera. Cambia el signo de la consanguinidad del tipo "A" (predominio general del 4. 0 ) al "B" (descuello del 6,º sobre todos); es, por tanto, este grado el principal responsa– ble de la lentitud evolutiva: en números absolutos, disminuye en menos de un tercio. Menor incidencia sobre este aspecto tie– ne el 5.º; pero, a su vez, se manifiesta bastante persistente: siendo el contaje de matrimonios de este grado en la los años postreros, superior a los dos tercios de las primeros. Estas observaciones sobre la mudanza social referente al fe– nómeno que nos ocupa, adquieren especial relevancia leídas desde el punto de vista del coeficiente de consanguinidad. Siendo este dato la media ponderada de las frecuencias y su constante (ya explicada arriba), cuanto mayor sea la cuota de matrimonios de los primeros grados, mas subirá el coeficiente; es decir que la probabilidad de homocigosis es mucho mas fuerte en la primera mitad del periodo (2.214), que en la segun– da (0.616). Estas notas sobre la Provincia en su conjunto quedaran ilus– tradas con las consideraciones sobre cada uno de los arcipres– tazgos. En estas consideraciones, se engloban tanto los pueblos mas diminutos como los mas poblados, con excepción de San Sebastián, lo cual enmascara parcialmente, al menos, la reali– dad rural. No estará de más, por lo tanto, añadir unas líneas de comentario. Si eliminamos las poblaciones que en la época estudiada contaban más de 9000 habitantes, Eibar, Elgoibar, Hemani, Irun, Mondragon, Pasajes, Rentería y Tolosa, el porcentaje ab– soluto se presenta en 3.49%; si ademas exluyéramos las pobla– ciones más de 6.000 residentes, Andoain, Azcoitia, Azpeitia, Beasain, Herrera, Fuenterrabia, Lasarte, Legazpia, Oñate, Ver– gara, Villafranca, Zarauz y Zumarraga, el valor ascenderla a un sorprendente 4.39% final; esto implica que el medio rural vivió esta servidumbre con notable intensidad siempre, pero sobre todo, durante los seis primeros trienios. CONSANGUINIDAD EN LOS ARCIPRESTAZGOS Presentamos aquí el análisis del tema, por distritos, sirvién– donos para ello de las circunscripciones eclesiásticas. Ordena– dos de menor a mayor, no por habitantes sino por el número to– tal de bodas habidas en los 49 años, son: Segura, Mondragon, Margen Izda., Zarauz, Azkoitia, Villafranca de Ordizia, Zuma– rraga, Tolosa, Eibar y Margen derecha del U. Hemos dividido en dos áreas el tradicional arciprestazgo de San Sebastián, tanto por los muchos núcleos que lo componen como por las posibles diferencias, y las rotulamos, como ha podido observarse, Mar– gen izquierda del Urumea y Margen derecha, aunque para abre– viar utilicemos los nombres de Hemani y Rentería, al comentar– las. La capital San Sebastian no se incluye, pues se le dedica pá– rrafo aparte. Hemos respetado la entidad que en el directorio diocesano tenían las parroquias, haciendo caso omiso de su si– tuación civil, por lo cual aparecen, a veces, tratadas separada– mente feligresías que figuran como barrios, o que se hallan hoy absorbidas por otras de fuerte expansión. Si las poblaciones constan de varias parroquias, estas se han agrupado bajo la de– nominación de la villa. Se han precisado un poco más los datos de ciertas parroquias, que si bien no modifican sustancialmente lo ya publicado, parece conveniente incorporarlos por fidelidad. SEGURA Esta comarca abarca Arriaran, Astigarreta, Zegama, Ze-

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