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LA CONSANGUINIDAD EN VIZCAYA Y SU CAPITAL DE 1918 A 1966 231 Complemento interesante de cuanto venimos diciendo será la relación de los arciprestazgos que más han influi– do en esta evolución. En valores absolutos, han contri– buido decisivamente a la declinación de la consanguini– dad, por orden, Algorta, ·Durango, Bermeo, Lequeitio, Guemica y Valmaseda; mucho menos, Munguia, Mar– quina y Villaro y, casi nada, Carranza y Sestao; en valo– res relativos, Bermeo, Lequeitio, Durango, Valmaseda y Guemica han sido los más eficaces. Los coeficientes de regresión respectivos son: Consanguinidad general: byx = -0,0794 Consangu~n~dad de 3. 0 : byx = -0,0058 Consangmmdad de 4.º: byx = -0,0515 Consanguinidad de 5. 0 : byx = -0,0065 Consanguinidad de 6.º: byx = -0,0157 Números que declaran el sesgo, en este caso disminu– ción, del problema que analizamos y el influjo de cada uno de los grados en el mismo: distribuida la regresión uniformemente a lo largo de los 49 años, se concretiza en 0,0794% al año para la consanguinidad en general, 0,0058% anual para el 3. 0 , etc. En los primeros años ape– nas se produjo evolución alguna; más aún los datos de los párrafos inmediatos corroboran el arraigo que la cos– tumbre tenía de antaño, mantenida estática casi desde principios de siglo. CONSANGUINIDAD E:N WS ARCIPRESTAZGOS Presentamos el análisis minucioso del tema sobre la base de estas unidad.es administrativas por obvias razo– nes. Ell mapa adjunto suministra una imagen aproxima– da del territorio comprendido en ellas; ordenadas de ma– yor a menor son: Carranza, Lequeitio, Marquina, Mun– guia, Villaro, Ceberio, Bermeo, Guernica, Valmaseda, Durango, Algorta y Portugalete; el criterio seguido ha si– do el número total de bodas celebraciones en los 49 años, no el territorio ni los habitantes; Algorta correspon– de al antiguo de Bilbao; la Capital y sus anexiones se estudian aparte. La gran diferencia de tamaño poblacio– nal entre estas divisiones eclesiásticas no es óbice ni a la objetividad ni a la claridad del estudio. El orden adopta– do abre la puerta a múltiples comparaciones. Las correc– ciones introducidas respecto de cifras manejadas en ante– riores ensayos no importan apenas nada, y se presentan por fidelidad a pequeños nuevos detalles. Las entidades que aparecían en las estadísticas de los años 40 (mitad del período) se han conservado en su in– dependencia, aunque después hayan sido absorbidas por otras, y consiguientemente, los datos de las parroquias tradicionales o fundadas antes de 1966 (último compren– dido en el estudio) se acumulan y se integran en la res– pectiva población, y así debe entenderse que al hablar, por ejemplo, de Durango o Basauri o Lequeitio, etc. se incluyen los de todas las parroquias de estos lugares. CARRANZA Las feligresías abarcadas en este apartado, cada una de las cuales incorpora diversos barrios, ocupan el valle de este nombre coincidente con la división eclesiástica. Si– tuado en el límite poniente de Vizcaya, lindante con Bur– gos y Santander, se encaja como una cuña montuosa y agreste, ligeramente estrangulada, al oeste de Valmaseda. La estadística diocesana atribuye al área, en su conjun– to, poco más de cinco mil habitantes, apiñados en las iglesias listadas a continuación; Aedo, Aldeacueva, Ber– nales, Biañez, La Calera, Lanestosa (ya en Santander), Lanzas Agudas, Matienzo, Pando, Presa, Ranero, San Ciprián, Carranza (San Esteban de), Sangrices, Santeci– lla, Sierra y Soscaño. Unos 800 moradores contaban los núcleos de Aedo, Biáñez y Lanestosa, los más poblados, siguiendo en im– portancia Carranza y Soscaño con unos 350, y siendo considerablemente menores los demás, lo que convierte a esta zona en la más diminuta y enclaustrada de la Pro– vincia. El valor medio del índice de consanguinidad (frecuen– cia en %) es el más alto de los registrados, 7,08%, que se ajusta a los 142 matrimonios emparentados entre los 2.005 celebrados en todo este tiempo. Prevalecen los enla– ces de 4. 0 sobre los de 6. 0 , es decir tipo "A"; no son fre– cuentes las bodas en otros grados, aunque lo son más que en el resto de las divisiones territoriales. Los 142 en– laces se distribuyen de la siguiente forma: 8 matrimonios (0,39%) de T.S., 67 (3,34%) de PH, 53 (2,64%) de PS y 14 (0,69%) de ts; de los 8 registros de TS, 5 pertenecen a Aedo. Los parentescos complejos entre los contrayentes son más bien escasos: un caso (1950) en Aldeacueva de 4. 0 y 6. 0 simultáneamente, dos en Biañez, de 6. 0 cuadruple (1929) el primero y de 4. 0 y 6.º (1930) el segundo, uno en Presa (1955) de 6. 0 doble (1955). Cuatro poblaciones se disparan, Aldeacueva (10,78%), Lanzas Agudas (10,52%), Presa (10,71 %) y Santecilla (17,24%), sin duda por razón de su pequeño tamaño; Aedo (8,03%) y Biáñez (6,16%) constituyen la sorpresa en– tre las de su dimensión; Pando (9,75%), Ranero, Carran– za, Sangrices, Soscaño y Bernales (5,40%), en orden decreciente, mantienen la tónica de la zona; los restantes poblados, alcanzan cotas por encima del 3%, salvo Matienzo, y no se alejan, por tanto, de una tradición consanguínea fuerte. Aunque el conjunto sea del tipo "p.¡', adviértase que solo cinco parroquias concuerdan; en siete empatan el número de enlaces de PH y PS, y en cinco superan los de PS. La tabla del índice -frecuencia- de consanguinidad, por años, confirma el arraigo de esta pauta: se comprue– ba su decrecimiento, pero con morosidad. En efecto, si fueron 55 las bodas de cognatos en la primera fase, son 48 las de la última, declinando el índice de 8,22% a 6,29% al final, todavía alto evidentemente; si bien hay cinco fe– chas en que no se alcanza el 3% y otras en que se rebasa por poco, aún se supera éste límite por amplio margen en otras ocho. Cooperan a la merma de la consanguini– dad el 3. 0 (el último caso se produjo en 1939) y el 4. 0 que

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