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230 CLAUDIO ZUDAIRE HUARTE - -------------------- 2 M "' = N ~ .. N ~ ~ "' ~ ~ lil "' 18 N N N "' "' ~ "' "' J, 1 1 ..:. 1 1 1 1 J. 1 1 1 1 1 1 .., ~ ¡:¡ ~ ~ ~ ~ "' .. .., N N N . ~ "' "' "' = = = ~ ~ = ~ = = = = = = = Gráfica de la evolución de la consanguinidad, por trienios (salvo el período 36-39): en trazo continuo. la Pro– vincia (excluído Bilbao) en trazo discontinuo, Bilbao. bamos la atención sobre el incremento espectacular que experimenta la suma de bodas anuales: si la media de bodas añales fué de 1.924 durante los 18 primeros años (1918-35) 2.914 fué en los últimos, y esto traducido a otros términos equivale a decir que casi la mitad (46%) de los 113.639 matrimonios se contrajeron en ellos (1949- 66); ocioso parece subrayar el influjo de este dato sobre los resultados. Detallemos un poco más: dividiendo el período en 7 subperíodos se destaca el hecho de que los dos primeros septenios son absolutamente parejos en cuanto al número total de bodas; en las dos siguientes, pese a la recurrencia de la guerra, se rebaja tan solo en un militar; se acentúa la recuperación en el siguiente estabilizándose en unso 2.500 al año, y en unos 3.000 en los dos últimos. No se puede soslayar la contribución de los in•migrantes a esta especie de exaltación vital. Aunque el balance final sitúa a la consanguinidad en el tipo "N_' es más exacto hablar de dos tipos netamente diferenciados "N_' y "B" correspondientes a dos etapas también distintas. Hasta el año 1935, la supremacía del 4. 0 sobre el 6. 0 es muy conspicua, superándole casi en dos tercios; en 1945, son más los enlaces de 6. 0 que los de 4. 0 , y desde entonces hasta el final la situación se repite, sal– vo en cinco fechas. Hasta la guerra, pues, preponderan los enlaces de primos hermanos, después se imponen los primos segundos; esta inversión se gesta por la drástica caída de las uniones de 4.º en la fase final, (menos que la mitad de la primera) mientras que las de 6. 0 no men– guan; parece que no experimenta rechazo esta forma de matrimoniar. Patente queda esta evolución en la tabla del índice de consanguinidad o de frecuencias por años y grados. Al coincidir en el año 1918 el máximo número de matrimo– nios familiares con el mínimo total, se dispara un poco el porcentaje, pero caso omiso de este detalle, la propor– ción se mantiene bastante estable, apreciándose una leve tendencia al decremento. Hasta el año 35, la media de casamientos emparentados se fija en 4,20%, valor clara– mente alto, superado en más de la mitad de los años; en la última parte se rebaja mucho, a 1,77%; el declive está definitivamente asentado, la mitad de los años no alcan– zan siquiera esta cifra. Advertimos de paso que, salvo cuando se indique otra cosa, los períodos que compara– mos son los comprendidos entre los años 1918 a 1935 y 1949 a 1966, es decir los 18 primeros y últimos. Esta tan considerable diferencia porcentual que acabamos de in– dicar, incide definitivamente en la homocigosis; en efec– to, los coeficientes de consanguinidad son 1,995 y 0,645 para el primero y último lapso respectivamente, y la homocigosis por lo tanto es tres veces mayor. En el decurso de los años hay dos fisuras que provocan un brusco desvío de la consanguinidad: desde el 42, se afin– ca en menbos del 3% y desde el 57 por debajo del 2%. Durante los años de la guerra los novios emparentados se retraen de acudir a la vicaría más que el resto de la población, pero se recuperan con creces en el trienio si– guiente; en las columnas de frecuencias porcentuales este detalle queda desdibujado por la exuberancia connubial subsiguiente a la guerra. A este radical descenso de la cuota consanguínea contribuyen terminantemente los grados 3. 0 y 4. 0 , tendentes a extinción, y muy poco los otros dos; por otra parte, como se ha advertido, el creci– miento de la cifra de bodas celebradas en la última déca– da reduce grandemente la importancia numérica de los enlaces cognaticios.

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