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LA CONSANGUINIDAD EN VIZCAYA Y SU CAPITAL DE 1918 A 1966 229 1 • 1 ,. 1 1 Mapa de la configuración aproximada de los arciprestazgos existentes en los af\os del estudio. crecimiento (si es positivo) de la consanguinidad a lo lar– go de los años, aspecto importante que revela si el hábito de matrimoniar los parientes permanece estático o si mu– da. Finalmente añadiremos el coeficiente de consanguini– dad, tanto de los arciprestazgos como de cada una de las poblaciones. Aunque quedó justificado el concepto en un artículo previo (ZUDAIRE, 1981), recordamos algunas ideas. Los consanguíneos son tales por tener algún ante– pasado común, y esto hace probable que posean genes idénticos, tantos más cuanto más próximo sea el antepa– sado común; si contraen matrimonio, la probabilidad de que sus hijos hereden esos genes idénticos es mayor cuanto más próximo sea su parentesco, es decir que la probabilidad de homocigosis aumenta; mirando el rever– so del problema, podemos decir que a medida que se alejen de los antepasados comunes en sucesivas genera– ciones, menor número de genes idénticos procedentes de ellos poseerán. La generalización y extensión de estos conceptos a la población es lo que denominamos coefi– ciente medio de consanguinidad (F) que indica la fre– cuencia de homocigóticos comparada con la de una po– blación panmíctica. Teniendo en cuenta que muchas disfunciones y enfer– medades se manifiestan como tales al hallarse los genes causantes en estado homocigótico, se comprende el inte– rés de esta valoración. Demás está advertir que la proba– bilidad de homocigosis en un matrimonio de P.H. o de t.s. o de P.S. es respectivamente, un medio, un cuarto y un octavo de la probabilidad del matrimonio de tío con sobrina. Consanguinidad en Vizcaya, Provincia El englobar el territorio provincial como un todo ho– mogéneo exige adecuar el tratamiento del tema al contex– to. Por supuesto se comentan, en las líneas que siguen, los valores absolutos de parentesco matrimonial, pero se insiste, por exigencia del asunto, en su evolución. El pri– mer aspecto, aislado, podría enmascarar la realidad, difu– minando la diversificada pauta endogámica de las dife– rentes áreas; no así el segundo que, aun siendo general, señala la tendencia manifestada por la consanguinidad en el transcurso del tiempo. Hemos contabilizado 3.114 bodas de parejas emparen– tadas entre las 113.639 verificadas en estos 49 años, Jo que monta un 2,74% de enlaces consanguíneos, distribui– dos por grados así: 100 (0,09%) de T.S. o 3. 0 , 1.481 (l,30%) de P.H. o 4. 0 , 1.194 (1,05%) de P.S. o 6. 0 y 339 (0,30%) de t.s. o 5. 0 • Esto comporta que de 100 matrimonios consan– guíneos, 47 son de 4. 0 , 38 de 6. 0 , poco más de 3 de 3. 0 y unos 11 de 5. 0 , (2). Este tipo denominaremos "N.' lo que significa que pre– dominan los enlaces de 4. 0 sobre cualquier otro; ahora bien como la superioridad es poco preminente respecto del 6. 0 , en muchas ocasiones es éste el que predomina, inviertiéndose el modelo o tipo. El Coeficiente de con– sanguinidad, siguiendo a Serra (1959) y otros autores y por mantener el mismo criterio que otras publicaciones anteriores (Zudaire, 1979) lo daremos multiplicado por mil, y es igual a 1.188 (en tanto por uno, igual a 0.118846), tal es la intensidad de homocigosis provocada por la práctica endogámica en dos generaciones. Más adelante, al intercalar las tablas correspondientes, com– pletaremos estas observaciones. El cambio experimentado por la pauta consanguínea en este período brinda un mayor interés que el índice abstracto. Como preámbulo a estas consideraciones reca- (2) Se habrá advertido que en el texto al comentar las frecuen– cias en tantos por ciento, omitimos dos cifras decimales que en las tablas constan, por facilitar la lectura.

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