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HORAS ROMANAS EN ROMANCE DE MUNIÁIN DEARCE no resultaba nada sencilla por falta de medios materiales (hasta que existió la imprenta no fue posible divulgar las páginas escriturísticas), y además, el cris– tianismo era para todos, no sólo para los israelitas, y al salir de las fronteras de Palestina, se hacía más difícil la reunión de los fieles para escuchar la lec– tura de los rollos de la ley y orar en grupo cantando los salmos del salterio. Debido a estas dificultades, el rezo completo del salterio se redujo a los monasterios, donde los monjes residían de forma fija: "stabilita; loci'; así aparecieron esos grandes libros de coro escritos a mano en hermosos perga– minos y preparados en ocasiones con viñetas y letras capitales de gran valor artístico. También se practicaba de forma similar el rezo de los salmos en las catedrales, donde residían de forma fija un grupo muy numeroso de canóni– gos destinados entre otros fines a este rezo, y por fin en muchas parroquias donde abundaba el número de sacerdotes. Se caracterizó en esto la orden de San Benito. Paralelamente a la organización dada por San Benito, se desarrollaron en la Iglesia varios ritos litúrgicos diferentes; uno de ellos, el romano, acabó por imponerse en el occidente europeo. San Francisco de Asís se considera, y lo es, fundador de una orden religiosa muy numerosa, pero la liberó de esa "stabilitas loci': y, al orientar a los suyos por la vida del peregrino, se sometió al rito romano, simplificándolo e incluso haciendo posible que se fuese susti– tuyendo este rezo por otros que se podían decir de memoria: padrenuestro, avemaría, credo... Fueron los franciscanos los principales propagadores del rito romano por la "christianistas" medieval. Sin señalar fechas concretas por tratarse también de meras hipótesis, el padre Mª Frarn;:ois Lenoble, al explicar el origen del santo rosario en su for– ma actual, indica que, dadas las dificultades indicadas arriba y considerado obligatorio el rezo incluso diario de los 150 salmos del Salterio, lo sustituye– ron los primeros cristianos por ciento cincuenta avemarías, repartidas en tres grupos de a cincuenta; por su parte, cada grupo de cincuenta lo hacía en cinco grupos de a diez 52 • En el siglo XIII Santo Domingo lo organizó y propagó por la cristiandad y todavía persiste, encabezando cada grupo de a diez avemarías, un tema de reflexión perteneciente a la vida de María 53 • Si hubiésemos querido encontrar en este Devocionario un librito de ora– ción al nivel de los devocionarios anteriores al concilio Vaticano II, para la práctica de la vida cristiana en su aspecto oracional, chocaríamos inmediata– mente, y con extrañeza, con que no se señala en él ningún novenario, ningu– na bendición o fórmula litúrgica sacramental, ningún vía crucis, recomenda– ción del alma... , etc. No se trata, pues, de un Devocionario; ni el título lo in– dica: Horas romanas en romance en la página primera, y, Horas de nuestra Se– ñora, en el colofón final. A partir de esta página, pues, todo el librito está dedicado a distribuir algunos salmos (no los ciento cincuenta) según el orden del oficio romano 52 También recogió San Francisco esta costumbre para sus frailes, aunque en vez de avemarías, señalaba padrenuestros con su gloria correspondiente a la serie, y en tres casos, el Credo (maitines, prima y completas). Op. cit. 11 Marie Franyois LENOBLE, Le Chapelet des sept alMgresses ou Couronne Séraphique par..., Tournai, Desclée, 1909, 304 p. [2 l] 227

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