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VIDAL PEREZ DE VILLARREAL casa-posada, mo__ntando incluso un pequeño bazar donde disponía de todo cuanto le podía parecer oportuno para atender las necesidades de la vida socioeconómica del momento, proporcionando además en la sala de juntas, el lugar más a propósito para el juego de asiento en las tardes y noches domini– cales, junto a un «mostrador-taberna» separado casi siempre del público por gruesas y largas barras verticales de hierro. En la cuenta de 1854 del «Herriko Etxea» de Elizondo se señalan «once reales fuertes pagados al posadero por el convite a los fora:nos que concurrie– ron a las honras fúnebres del difunto señor Dn. Joaquín Lafarga» y otros diez por igual motivo, en las de la difunta dueña de la casa Michelena, los días 2 de enero y 15 de febrero respectivamente; de la misma forma aparecen cuentas• por honras fúnebres de otros vecinos a lo largo del mismo año. Por lo visto, los días de funeral solemne se acudía a la posada, y los participantes en el luto comían a costa del pueblo, que a su vez cobraría de la familia correspondiente (detalle no señalado en el manuscrito) 6 • Además de todo esto, se podían organizar al arbitrio del posadero, las reuniones, visitas de médico y cirujano, fiestas y banquetes que le pareciere oportuno. Atendían también sin discriminación alguna a cualquier viandante que apareciere a su puerta; ejemplos de esto se encuentran en las páginas que nos han dejado los viajeros de pasados siglos, como esta descripción que presento del paso ráfido del militar Juan Van Halen y Sarti por la posada de Berroeta camino de exilio en el mes de mayo de 1818; no se señala el día, pero el militar comenzó su aventurada fuga en Madrid en una fecha posterior al día 4 del mismo mes y año: «... y con un tiempo hermoso y el alegre cielo azul de Navarra, hicimos alto en Berroeta, pueblecito reducido que dividía nuestra jornada. Una procesión solemne era el religioso objeto que llamaba en aquel momento la atención de los habitantes. Es costumbre en estos pueblos cele– brar en tal día una comida, si no grande, ruidosa, en que se reconciliaban las familias y desaparecían las querellas. La posada estaba tan ocupada en los preparativos, y los patrones tan distraídos con la función del día, que nos costó más trabajo encontrar a quién pagar el gasto, que diligencias en adquirir de qué servirnos». «Salimos de allí contemplando lo poco imitado que por fatalidad era en España el ejemplo de reconciliación que ofrecía Berrueta (sic)» 7 • 6. Cuenta que el Regidor firmante Dn. Pedro Maritorena presenta de lo recaudado, pagado y administrado en representación de este lugar de Elizondo durante todo el año de 1855. Archivo del Herriko Etxea de Elizondo. 7. VAN HALEN Y SARTI, Juan, Narración de D. Juan Van Halen, Mariscal de Campo de los Ejércitos nacionales y Teniente general del ejército belga escrita por él mismo, su cautividad en los calabozos de la Inquisición y su expatriación. Dos volúmenes. Madrid, Establecimiento Tipográfico Calle del Sordo, n.º 11, 1842. Véase el tomo 11, cap. S.º, «Salida de Madrid-Olite– Frontera», p. 89-96. Por su interés local, copio y resumo los párrafos siguientes: Pasó la primera noche de su estancia en Navarra, en Olite, donde cenó y pernoctó en una casa «blasonada», donde a su vez lo hacían «un caballero... muy rústico, una colección de viejas, un capuchino y un cura». «Las cenas en Navarra no suelen ser las más parcas, dice, y la señora había querido sin duda recordarme en aquella ocasión que las bodas de Camacho también se renovaban en Olite... ». 266 [4]

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