BCCCAP00000000000000000001286

VIDAL PEREZ DE VILLARREAL Informaba J. Jurío que en Tolosa de Guipúzcoa ya no se enterraba «al modo antiguo» en el siglo XVI, aunque todavía se seguía esa costumbre en otros lu§ares, como en Oyarzun (Guipúzcoa) y en diferentes pueblos de Navarra . · I. LOS ENTERRAMIENTOS HUMANOS EN LA PREHISTORIA Desde que el «horno sapiens» se hizo consciente de sus actos, se desarro– lló en él de forma instintiva esta veneración y respeto que siempre ha tenido la humanidad con sus seres queridos, compañeros o familiares que, tras unos años de actividad humana comunitaria, se despedían de todos siguiendo el ritmo natural de la vida. Esto se traducía en colocar sus cadáveres con suma reverencia en determi– nados lugares escogidos para ello, protegiéndolos de las agresiones del medio ambiente; sus hijos y sucesores se sentían conectados a ellos en íntima unión espiritual y religiosa, porque la vida del más allá fue siempre el signo religioso que ha dado sentido a la actividad del hombre sobre la tierra. En el desarrollo humano• de estos grupos seminómadas de nuestras regio– nes, la casa era mucho más que una simple habitación; la casa estaba consti– tuida por un amplio cinturón geográfico que daba fuerte cohesión a todo el clan familiar pastoril, con marcado carácter de convivencia, de ceremonias, ritos sagrados y sepultura. La casa no se fijaba en lugar alguno, estaba forma– da por el ente moral de la tribu en pleno, a lo largo y ancho de una extensión de terreno más o menos grande, utilizada como base de su vida: trabajo, manutención y convivencia 5 • Dentro de este recinto se enterraba a los muertos de cada grupo familiar, escogiéndose el lugar más idóneo para ello; se construyeron monumentos funerarios según ritos y técnicas arquitectónicas muy concretas y en ocasio– nes de grandes dimensiones, dando origen a las variedades de dólmenes, túmulos y cistas que han llegado hasta nosotros y que son hoy uno de los temas más atractivos de investigación en la arqueología antropológica. En años posteriores se señaló el lugar destinado a los enterramientos humanos con grandes piedras aisladas (¿menhires?) o alineadas en forma circular, originando en este último caso los «cromlechs»; en el centr9 de su circunferencia se halla generalmente una pequeña cámara sepulcral donde se colocaron los restos incinerados de los cadáveres de sus difuntos. Este último tipo de enterramiento enlaza ya con los albores de la historia y se sitúa algunos cientos de años antes del cristianismo, dentro de la época de los asentamientos humanos europeos de tipo agrícola y de la denominada Edad del Hierro. Todas estas tumbas fueron desde el principio símbolo de piedad y lugares de veneración de los restos de los antepasados; externamente estaban consti– tuidas por grandes piedras tan fuertemente· aseguradas que han llegado hasta 4. JIMENOJURÍO, José María, Hallazgo de «cabeceras de sepulturas al modo antiguo» en Tolosa (1589), en CEEN, 17 (1985), f p. 131-134. 5. BARANDIARÁN, José Migue de, Aspectos sociográficos de la población del Pirineo Vasco, en Eusko-Jakintza, 7 (1935-57), pp. 3-26. 476 [2]

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz