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ETNOGRAFIA BAZTANESA. RETAZOS (no parece sortijón), y tiene sus bordes muy desgastados, como testimonio de su uso. Al lado se encuentran dos o tres trozos de pedernal, también con los bordes bastante estropeados, y numerosos trozos de yesca muy bien preparados para recibir la chispa iniciadora del fuego; varios ejemplares de estas yescas tienen todavía algunos de sus extremos coloreados de gris~ negro, como restos de los últimos chispazos que recibieron de manos del sacristán de turno. El colegio abrió sus puertas en 1891, y para entonces se habían genera– lizado las cerillas en su forma actual [lanzadas al mercado a partir del año 1833 31 ], lo que hace pensar que la finalidad de este equipo yesquero era sencillamente preparar el fuego sagrado del Sábado Santo, señalado por la tradición como imprescindible en la liturgia de Pascua, como símil de la Resurrección, luz exurgente de piedra viva. Muchas y muy antiguas son las referencias que indican además que dia– riamente se sacaba fuego del pedernal para encender las luces de los tem– plos. «Cur hodie fit solemniter benedictio ignis recens excusi e sílice? Hic est vistigium antiquitatis. Olim excutiebatur quotidie ignis e silice ad accedenda Ecclesiae luminaria, et fiebat prius ignis benedictio» 32 . Se refiere este párrafo a una pregunta que se hace Benedicto XIV en una de sus obras, y que, traducida con su respuesta, dice así: - ¿Por qué se hace hoy con solemnidad la bendición del fuego nuevo sacado del pedernal? - Se trata de un vestigio de la antigüedad. Antiguamente se extraía dia– riamente el fuego del pedernal para encender las luces de la iglesia, y se ha– cía primero la bendición del fuego». Al colocar en el citado museo etnográfico este pequeño equipo de pro– ducción del fuego, se le ha situado junto a unos candiles de terracota, proce– dentes de diferentes lugares y junto a otrQs algo más modernos de metal para aceites, carburo y petróleo; los de terracota constan de un recipiente cuenco para contener el aceite combustible y una tapa adherida a él, tam– bién de terracota, con un orificio por la parte superior para introducir el lí– quido, y otro de menor tamaño en la extremidad de un tubo, para la salida de la mecha. (Fot. n. º 8 y 9) Si el recipiente estaba abierto en su parte superior, se hacía flotar en el aceite un trocito de corcho llamado «mariposa», y en él se colocaba una pe– queña mecha o torcida de cáñamo o algodón que absorbía por capilaridad el combustible y teóricamente no se consumía nunca. Pronto se utilizó en los templos una lamparita de este género, alimenta– da con aceite de oliva, no sólo como símbolo de la presencia del Santísimo en el Sagrario, sino también como r.eserva de fuego y luz, para no tener que recurrir a diario al engorroso artilugio del pedernal, el eslabón y ia yesca. Por. los años 1945 conocí un anciano sacristán que utilizaba para me- 31. DUNHILL, A. Op. cit. 32. BENEDICTUS XIV - De festis Domini N. Jesuchristi et Beatae Mariae Virginis. Libri duo. Matriti. Ex typpographis Viduae Elisaei Sanchez, in platea vulgo de Santa Catalina de los Donados. Anno MDCCLXVIII (1768). f19J i71
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