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268 Vidal Pérez de Villarreal Si mal no recuerdo la primera noche cenamos todos juntos en un mismo comedor formando una gran comunidad de hermanos. Los demás días lo hicimos por separado a fin de seguir cada comuni– dad sus propias costumbres, y porque ellos tenían cierta dificultad para expresarse en castellano o vascuence, y nosotros gran dificultad para expresarnos en lengua francesa. Nos atendieron con mucho cariño y esmero y en muchas ocasiones alternábamos unos y otros sin distinción de banderías y colores. Nunca les agradeceremos suficientemente a los PP. Franceses, ni ellos por su ilimitada caridad nos lo han exigido, aquella seguridad, paz y tranquilidad que nos brindaron cuando todo parecía ensañarse contra nosotros. En aquella dulce mansión permanecimos hasta el día 6 ó 7 de Setiembre. Cuartel del ejército vasco A la hora prefijada entre el P. Superior y los Jefes del Ejército Vasco de Fuenterrabía, vino un destacamento de gudaris a custodiar la iglesia y convento, y colocaron en el frontis un gran cartel mural con esta leyenda "Cuartel del Ejército Vasco". Al atardecer volvieron una vez más los milicianos rojos al convento de capuchinos. Debieron quedar muy extrañados ante el gran cartel y ante la nueva guardia armada. Disimularon la contrariedad; se acercaron con tranquilidad y cortés– mente pidieron autorización para recoger las cebollas que la noche ante- rior habían visto en el piso de arriba. · Con no menos tranquilidad, cortesía y firmeza contestaron los guda– ris que aquellas cebollas ya estaban recogidas y guardadas. Posibles intenciones aviesas Posiblemente en todas estas idas y venidas se estaba tramando algo contra los capuchinos: Pudo haber un viaje de inspección y exploración de las dependencias del convento a fin de elegir el escondite donde instalar la telefonía sin hilos. De intento pudieron dejar de inspeccionar la habitación detP. Fermín, así como dejar las cebollas que estaban extendidas en el desván próximo a la iglesia. Podrían volver con cualquiera de estos dos pretextos y descubrir entonces el teléfono comprometedor.