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Los capuchinos de Fuenterrabía de julio a septiembre- de 1936 267 Fue Providencia especial que en estos requisamientos, pasaran por alto la habitación de F. Fermín de Yábar. El se.consideró muy afortunado porque era el único que disponía de cortaplumas y tijeras. Temiendo que se las pudieran arrebatar fue a esconderlas en una de las grandes vigas del desván de la iglesia. Allí mismo, donde él creía que podría ocultar mejor sus tesoros, se encontró con una cajita metálica nueva muy pesada. La entreabrió con curiosidad y vio un aparato grande y enteramente desconocido para él. Bajó a comunicárselo al superior. Subieron los dos para bajar la caja y examinarla detenidamente. Sus pasos despertaron la curiosidad del P. Ga– . briel quien al ver el aparato dentro de la caja aseguró que se trataba de un teléfono sin hilos. Al punto se llamó por teléfono a los jefes del ejército vasco de Fuenterrabía rogándoles que vinieran lo antes posible a librarnos de/ apuro en que nos encontrábamos. Vinieron sin tardanza y comprobaron que efectivamente se trataba de un aparato de telefonía sin hilos. Nos ponderaron la malicia que podría haber en quienes lo habían colocado; el peligro de calumnias que podrían levantar contra nosotros; las represalias que podría tomar el ejército rojo al conocer _la existencia de ese aparato, etc. Finalmente nds aconsejaron que huyéramos cuanto antes del conven– to; y nos ofrecieron asilo en sus propias casas, salvo que prefiriéramos las de algunos buenos caserianos. PP. de los Sagrados Corazones o PP; Franceses El P. Melchor nos descubrió entonces un gran secreto. El P.· Gil, Superior de la comunidad de religiosos de los· Sagrados Corazones genero– samente le había ofrecido y brindado su colegio para el caso en que nos viéramos muy apurados. Todos los capuchinos seríamos bien recibidos en su comunidad. Era un refugio ideal. Entre la cerca de su terreno y el nuestro había. un camino angosto donde justamente podía pasar una carreta; las puertas de acceso a nuestra huerta y a la de ellos se encontraban a la par; allí ondeaba la bandera francesa; allí reinaba un gran espíritu de compren– sión y caridad. Previo aviso por teléfono, en pocos minutos más, sin otro bágaje que un pequeño hato de ropa, caminando por la huerta nos trasladamos al Colegio francés.
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