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266 Vidal Pérez de Villarreal Le hicieron otras muchas preguntas que lo pusieron en graves apuros, porque él no sabía ni contestar, ni expresarse correctamente; y en lugar de decir: No sé nada de lo que me preguntan; les decía: No les puedo decir más. Muy comprensivo el general D. Emilio Mola dio orden de que le sirvieran comida, que lo examinara el médico castrense y que practicada la primera cura lo condujeran dos acemileros hasta el convento-hospital de Lecároz. Mañana de zozobras El día 22 de Agosto el P. Superior nos reunió después de la misa conventual y nos autorizó para que si nos pareciera bien nos fuéramos a casa de nuestros familiares o amigos, o nos ofreciéramos como capellanes del ejército vasco, etc. Ocho guipuzcoanos se acogieron a la libertad que otorgaba el P. Superior. Al mediodía vinieron de nuevo los milicianos de la noche anterior y preguntaron a ver si estábamos todos. Cuando se les contestó que algunos se habían ausentado vistiendo de paisano exclamaron: iCómo pueden hacer eso y abandonar el hábito! Ya no quedábamos más de 14 religiosos en el convento. Requisamiento · El día 23 de Agosto nos prepararon una comida extraordinaria. Pero no pudimos saborearla. Cuando estábamos en lo mejor de la comida, llegaron los milicianos rojos y nos requisaron sin pérdida de tiempo casi todas las existencias de alimento que pudiera haber en el convento: carne, legumbre, hortalizas, aceite, azúcar, aves y animales de corral, etc. Todo era bueno y necesario para el ejército. Tres de los requisadores abrieron un armario y encontraron un porrón de vinagre. Sin parar en lo que pudiera ser, apuró el primero un buen trago y ·se lo pasó al segundo sin mediar palabra y así hubiera pasado al tercero, que ya había olido y visto la mala cara de los bebedores y les dijo: "Si fuera buen vino ya habríais b.ebido más y no habríais carraspea– do tanto". ., . Unicamente nos dejaron unas cebollas que guardábamos en el des– ván¡ Al despedirse nos dijeron: Ahora tienen derecho a pedir comida en la Casa del Pueblo. ·