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264 Vidal Pérez de Villarreal Por gran suerte para los religiosos los milicianos no regresaron hasta el mediodia. Fray Rufino ~e Lizasoáin El día 22 de Agosto sobre las seis de la mañana sonó suavemente la campanilla de la portería. Yo me encontraba a esa hora supliendo al portero. Acercándome a la mirilla de la puerta pregunté: -Nor da? (iQuién es?). La joven que había llamado me reconoció al oírme y con voz suave y balbuciente me dijo: Aita Dámaso, bizi zarete? (P. Dámaso, ¿viven ustedes?). -Ez dakit guztiok biziko geran, bik iges egin zuten-eta (No sé si vivimos todos, porque dos huyeron). -Bat gure etxian daga (Uno está en nuestra casa). -Nor da? (lQuién es?). -Fray .Rufino. -Jaungoikoari esterrak! (iGracias a Dios!). -Bestia, nor da? (Y el otro, lquién es?). -Benito anaia (El hermano Benito). Esa joven nos traía el suministro de leche. Ella misma me contó cómo media hora antes, llamaron suavemente en la puerta de su casa cuando ella y su padre estaban ordeñando las vacas. Al notar que llamaban· le había dicho a su padre: -Atian deitu dute noski (Me parece que han llamado a la puerta). -Garay ontan nork deituko ziñan (A estas horas, lquién va a llamar?). -Ara belliZ ere (Ya vuelven a llamar). ~lkus zan nor den (Mira quién es). Era Fray Rufino quien llamaba y estaba temblando de miedo. Pdsó adentro y les contó cómo el saltar desde la ventana del segundo piso y caer al suelo, el golpe fue muy fuerte y le vinieron unos calambres terribles, y que a duras penas pudo llegar hasta la huerta, descansar un poco y caminar. La joven sefur/muy.'contenta al saber que todos nos encontrábamos bien. C Sobre las nueve horas regresó el buen Rufino a su convento.
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