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258 Vidal Pérez de Villarreal Tímidamente se acercaba hacia nosotros un joven madrugador. Al vernos y reconocernos se llevó una gran sorpresa e inmediatamente la noticia de nuestra llegada se propagó por toda la prisión. Sin pérdida de tiempo vinieron a saludarnos el Párroco de Fuenterra– bía D. José Ostolaza, acompañado de dos de sus coadjutores D. Manuel de Elgorriaga y D. Miguel Ayestarán. Se lamentaban y alegraban a un mismo tiempo de nuestra presencia allí. iCon qué satisfacción se hubieran asociado a nuestra comunión sacramental! En términos semejantes se expresaban los sesenta y cinco prisioneros restantes. Muchos de ellos nos pidieron que fes oyéramos en confesión. El desayuno Sobre las 6,30 nos enteramos de que allí no se servía el desayuno, ni la comida... Sencillamente cada cual debía proveerse como pudiera. Para ese primer desayuno un joven bondadoso de lr.ún nos ofreció una pequeña porción de chocolate... ,Nunca ha faltado fa Providencia divina a los pobres hijos de San Francisco! Alarma Sobre las siete de la mañana nos alertó un clásico toque de corneta que nosotros no lo comprendíamos. Temblaron los prisioneros al oírlo. Era un aviso general de grande e inminente peligro. El crucero Almi– rante Cervera se aproximaba a la costa. Si no cambiaba de rumbo podría alcanzarnos con sus disparos. Todos debíamos dejar nuestra ocupación por muy urgente que nos pareciera y marchar con la mayor urgencia posible al foso que estaba preparado en el centro del patio. En caso de bombardeo podríamos ser las primeras víctimas sepultadas allí mismo. Santo Rosario Los pn·sioneros, hincados de rodillas en la fosa, rezaron con extraor– dinario fervor el santo Rosario dirigido en voz afta por uno de los sacerdotes. iOh! iQué manera de rezar! iQué fe! iCuánta esperanza!... Era muy emocionante ver y oír a aquellos caballeros ricos y nobles y a aquellos Jóvenes universitarios rezando con los brazos en cruz, repitiendo una y otra

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