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Los capuchinos de Fuenterrabía de juli9 a septiembre· de 1936 257 tan pesada", se recalentó el motor del aurobús. Irritado el conductor por este inesperado contratiempo, masculló algunas palabras "non sanctas", y encarándose con sus camaradas les dijo: ¿No os dije yo que no podría subir con todos? Entonces nos dieron orden de seguir caminando de a pie. Alguien susurró: !Qué ocasión tan buena para fugarse! Al punto les supliqué a todos que se dejaran de aventuras personales y se fijaran más en el bien común. Para mayor unión de todos rezamos a coro el santo Rosario. Refrigerado el motor, el autobús continuó la marcha, nos dio alcan– ce, y jinalmeme nos condujo hasta las puertas del fuerte de Guadalupe. En prisiones Enterado el Cabo centinela de las órdenes que le traían por escrito, mandó que se abrieran las grandes puertas de hierro; chirriaron los goznes. traspasamos el umbral y nos condujeron a través de largos pasi– llos hasta un amplio salón. En medio de la sala había una gran mesa; a un lado tenía un orificio; en él se ocultaba la lámpara de aceite. La llama no debía rebasar el nivel de la mesa para que no se difundiera su resplandor; tan sólo veíamos un leve haz dt; luz que salía ·enfocado hacia arriba. El cabo nos dio una orden dificil de entender y cumplir: "Nadie se mueva de aquí". El se marchó marcando fuerte el paso; nosotros queda– mos en silencio absoluto; el traqueteo del cabo se fue debilitando a medida que se alejaba hasta que ya no percibíamos ni una sola señal de pasos. Gozosamente interrumpí el silencio para decirles a mis hennanos: ¿sabéis que os traigo el Santísimo?... Ahora que estamos solos, sumárnos– lo entre .todos. El P. Gabriel propuso un momento de espera para respirar tranqui– los, serenarse y comulgar después fervorosamente. Así lo hicimos con gran regocijo espiritual de todos los religiosos. Agridulces de la prisión Estábamos dando gracias al Señor por aquella comunión tan extraor– dinaria y con gusto hubiéramos prolongado la oración; pero ya clareaba el día y ya comenzábamos a percibir un tanto cercanos algunos bostezos, voces y ruidos de quienes se disponían al aseo personal.

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