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Los capuchinos de Fuenterrabía de julio a septiembre- de 1936 255 El P. Benito de lcazteguieta subió a la tapia para inspeccionar el paso. Inmediatamente y cerca de él sonó el estampido de un tiro de fusil que felizmente no le alcanzó; bajó a la huerta y sigilosamente se acercó a una posible salida ubicada en la parte más alta de la huerta; pero allí también volvieron a atronar sus oídos nuevos disparos de fusilería. Atemo– rizados los religiosos regresaron a los pasillos del convento dispuestos a obedecer, mientas no se les presentara mejor ocasión. Santísimo Sacramento De pronto me percaté de la necesidad de ocultar y sumir el Santísimo. El copón estaba repleto de formas consagradas. Yo mismo las había consagrado el día anterior; eran ochocientas formas preparadas para la próxima comunión general de los hermanos Terciarios. Pero no pude insalivar ni una sóla; por la tensión del momento tenía la boca enteramente seca. Entonces decidí llevar al Santísimo a la habita– ción del P. Superior y en el camino invité al P. Gabriel de San Sebastián a que me ayudara a sumir. A pesar de su buena voluntad no pudimos hacer nada, hasta que el P. Superior nos dio un fácil y sabio consejo: Tomad agua y la tarea será mucho más fácil. No hubo tiempo para ponerlo en prác(ica: un nuevo aviso nos orde– naba que bajáramos inmediatamente a la portería. Tomé rápidamente del escritorio del Padre Superior un pliego limpísimo, nuevo, de papel barba; coloqué en él las formas consagradas; doblé el papel en forma de bolsa y lo oculté en el bolsillo del pectoral; me cubrí con el manto y corrí a la portería, donde ya estaban reunidos los demás religiosos. Rumbo desconocido El P. Superior mandó que se abrieran las. puertas del convento y preguntó: ¿Quiénes son ustedes? ¿cuál es el motivo de este proceder? El jefe de los milicianos respondió: Somos la Guardia Roja enviada por la Casa del Pueblo de Inín, porque esta noche y las anteriores se han visto cosas muy raras que hacían con las luces del convento. El P. Superior replicó: ¿cómo puede ser eso verdad, si no tenemos luz eléctrica y no disponemos más que de simples velas?... Protestó por esta violación y difamación que se hace al convento y a los religiosos. El Jefe de la Guardia Roja preguntó: ¿Quién es el Superior? -Soy yo, contestó el P. Melchor. El Jefe Rojo le ordenó: Usted se quedará aquí conmigo y los frailes vayan al autobús que les espera ahí abajo.

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