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ANTXON AGUIRRE SORONDO simbolismos son totalmente bíblicos, como lo expresé yo mismo en CEE, 20 (1988) p. 506. Las estelas están labradas en piedra, generalmente arenisca; bien escogido el material para asegurar su estabilidad; pertenecen a los materiales del mun– do no precario, a las rocas cuya vida es, comparada con la de los seres vivos, símbolo de perennidad o permanencia hacia la eternidad (Cfr. Aguirre Se– rondo, p. 38). Cita el señor Aguirre la piedra negra de La Meca (Kaaba) co– mo lugar sagrado del mahometismo; desde aquí invito al autor (señor Agui– rre Serondo) a visitar Tierra Santa; en la Mezquita de Ornar Gerusalén) verá otra gran piedra, "ara donde Abrahán se disponía a inmolar a su hijo Isaac por orden de lo alto", y en Belén los refugios pastoriles y la gruta del Naci– miento, y en Nazaret, la gruta de la Anunciación, y, por fin, en Tabga, junto al mar de Galilea, la roca "del Primado de San Pedro", conservada con el ma– yor respeto. En la Edad Media se dio sentido religioso a muchas montañas y colinas erigiendo sobre ellas ermitas y eremitorios, porque vivían entre la perenni– dad roqueña de sus alrededores piadosos varones, en absoluta soledad. En resumen, la piedra lleva en sí misma el símbolo de la perennidad, su disco solar representa la energía irradiada, y el círculo-orla (rosetón de Apo– lo de M. René) en perfecta simbiosis con la cruz de Cristo; un magnífico ejemplo de inculturación propuesto en el Congreso por el Señor Quehen (René). Las hipótesis de trabajo propuestas en la página 39 son de difícil respues– ta; el hecho de haberse encontrado en pueblos de la "Llanada de Alava" este– las romanas y estelas discoideas que pueden datarse en torno al siglo X, pue– de hacer inclinar la balanza hacia la hipótesis segunda ("penetración de la cultura discoidea por Nájera y Alava"). Desde luego no se hace mención del estudio interesante y atrevido de Urbano Espinosa en la revista "Berceo" (1985) p. 81-94, publicado con el título Antiguas estelas discoideas en La Rio– ja, que entroncan nuestro país con Soria y Guadalajara. Parece llegada la hora de agrupar datos, símbolos y tradiciones populares para iluminar tantos puntos oscuros que ensombrecen la historia de estos monumentos funerarios utilizados por nuestros antepasados. La ornamentación de las estelas guipuzcoanas presenta bastante unifor– midad, predominando el símbolo de la cruz griega o latina, con formas co– munes a otras estelas como la cruz patada, la pomelada, la de Malta, etc... Hay solamente una flordelisada ("Zegama 2"); el cristianismo comparó la flor de lis con la limpieza de vida, "pureza absoluta"; San Cipriano habla de que la flor de lis destila "mirra" (el lirio); la mirra era el símbolo de la palabra de Dios para el cristiano y de la inmortalidad (San Cipriano, Epist. VIII, ad Martyr.). En ninguna de estas estelas aparece el sello o estrella de Salomón (estrella hexagonal), más o menos complementada con otros ornatos geométricos, ni tampoco símbolos similares con estrellas más complejas, como las de ocho puntas, talismán de buena o mala suerte para los no creyentes, "piedra pre– ciosa" o "gema" tallada con toda delicadeza y precisión para reflejar con bri– llo deslumbrador la virtud y la gracia del creyente representado en el disco funerario. [3] 287

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