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zángano, que no aporta nada al trabajo de las abejas y pretende ser el primero en comer la miel" 11 • El trabajo puede ser un peligro si favorece la disipación, la huida de sí mismo o impide la intimidad con Dios, volviendo "mundano" al hermano. Por eso, todo trabajo, incluso cuando se realiza con verdadera entrega, no deberá absorvernos de tal manera que impida en nosotros la vida de oración, sino que realizado con espíritu de oración y de devoción, contribuirá a que crezcamos en el amor a Dios y a los hermanos. Además, la actividad excesiva tanto en trabajo manual como intelectual, dificultaría incluso la formación permanente, considerada en su doble aspecto de conversión conti– núa a Dios y de puesta al día tanto a nivel técnico como profesional 12 • Cada trabajo o actividad, aun en sus diferentes manifestaciones, tiene su propia dignidad. Convencidos de esto, se exhorta a los hermanos a aceptar "los ministerios y servicios en cuanto estén de acuerdo con nuestra vida de fraternidad o lo exija la necesidad de la Iglesia o de los hombres", "preferentemente las actividades que mejor manifiesten la pobreza, la humildad y la fraternidad" 13 ; y a no olvidar la vocación apostólica de la Orden, "a fin de dar a los hombres testimonio de Cristo a través de cualquier actividad" 14 • Remachando cuanto se dice en el Capítulo II sobre la formación permanente, el legislador insiste todavía sobre la necesidad de empeñarse en "perfeccionar la cultura espiritual, doctrinal y técni– ca, y por cultivar sus propias actitudes, de modo que nuestra Orden pueda responder siempre a su vocación en la Iglesia" 15 y, aun afirmando que la actividad intelectual, al igual que cualquier otra actividad laboral, es manifestación de la vitalidad y de la capacidad humana, invitan a los hermanos a que estén dispuestos, según el pensamiento de San Francisco y la genuina tradición de la Orden, 11 2C 45,75. 12 Cfr Const 76,3-4. 13 Const 77,2-3. 14 Const 77,5. 15 Const 78,1. 83

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