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sufren indigencia y tribulación y, sobre todo, a aquellos que son perseguidos; dedicándose voluntariamente a,los pobres, partici– pando de sus pruebas, viviendo, en la medida de lo posible, según su humilde condición, pondrían así de manifiesto "el espúitu de nuestra fraternidad"; serán entonces verdaderamente, no sólo con las palabras sino también con la vida, "fermento de justicia, de unión y de paz" 47 • 4. Contemplación y acción. Concluye el primer capítulo poniendo de manifiesto que la contemplación y la acción son elementos necesarios para vivir la vocación de hermano menor, imitando a Cristo siguiendo las huellas de San Francisco. Si las Constituciones de Albacina podían dejar perplejos sobre el género de vida de los primeros capuchinos, las Constituciones de 1536 revelaban estar claramente orientadas hacia un tipo de "vida mixta", donde la actividad apostólica jugaba un papel significati– vo. Tal constatación reviste una notable importancia si se tiene en cuenta que éstas no eran sólo una serie de normas para la futura vida de los hermanos, sino que eran más bien como la síntesis de una experiencia de vida ya vivida. Nacida como una reforma, o sea como un intento de volver a las fuentes de la espiritualidad de Francisco y de sus primeros compa– ñeros, la nueva congregación no podíamenos que asignar un puesto de primera importancia a la oración por su valor absoluto y esencial y tampoco podía olvidar inculcar el deber del apostolado. Si las Constituciones de entonces no dan disposiciones cuidadas al respecto (cosa por otra parte imposible), sin embargo ofrecen abundantes textos para dar a entender claramente la necesidad de unir la acción a lacontemplaciónpara llevar una vida auténticamente capuchina. 47 Const 12. 36

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