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san Francisco se esforzaba por guardar su propia inocencia y la de los demás. El era consciente del peligro que el sexo femenino constituye para el hombre y por eso insistía en la necesidad de conducirse con cautela en sus relaciones por parte de sus hermanos. La castidad de Francisco, caracterizada por un modesto recato y por un respeto caballeresco hacia cada mujer, recibe un signifi– cado mucho más claro cuando se considera en el contexto de su pobreza. 3. Corazón libre para el Señor Para alcanzar el desposeimiento total de sí mismos, no se puede dejar de trabajar por romper aquellos fuertes vínculos que consti– tuyen el atractivo hacia el otro sexo y hacia la satisfacción de uno de los instintos más fuertes en el hombre: la necesidad de dar a una criatura el propio amor, en la plenitud de cuerpo y alma. Hay que mantener el corazón con la máxima pureza para dedicarse a las cosas de Dios y llenarse sólo de su amor. San Francisco decía: "Son verdaderamente de corazón limpio los que desprecian lo terreno, buscan lo celestial y nunca dejan de adorar y contemplar al Señor Dios vivo y verdadero con corazón y ánimo limpios" 13 • Trasladándose al concepto fundamental de bienaventuranza evangélica, él considera la pureza y la libertad de corazón como medios necesarios para alcanzar la unión con Cristo y con Dios. Castidad, para él, significa libertad de las ataduras con el mundo y con los hombres para gozar de la libertad más íntima de sentirse sólo para Dios, en la plena adhesión al señorío de Dios, inmerso completo y exclusivamente en el Señor. Así se derrama en Dios un corazón libre y casto; un corazón que puede y debe amar profundamente, aún permaneciendo siempre dueño de sí mismo, o mejor, dejando que sea Dios su único Señor; que puede dirigir sus inmensas energías a todos los hermanos, porque goza de la libertad de amarlos como Dios mismo los ama. La castidad debe entenderse 13 Adm 16,1-2. FF 165. 145
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