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l. Humildad y caridad en el servicio En el ejercicio de la autoridad los ministros deben practicar sobre todo dos virtudes: la humildad y la caridad. 1. Manifiestan la humildad no presumiendo de responder a to– das las cuestiones, o de resolver todos los problemas, con sus pro– pias capacidades, sino confiando en Dios mediante la oración con– tinua, buscando con prudente discernimiento su voluntad, aceptan– do los consejos de los súbditos y de la comunidad, promoviendo · gustosamente, con espíritu evangélico, undiálogofrntemocontodos. El oficio de superior conlleva asumir el peso de la propia responsabilidad. Por tanto, el superior no podrá abdicar de su autoridad, sino que, en razón del bien de todos, deberá reservarse la última decisión por razón de su cargo. Este aspecto es muy importante y precioso porque garantiza la presencia de la voluntad de Dios, que se digna manifestarse a través de los pobres instrumen– tos humanos. La fraternidad no se rige basada en un principio de democracia, sino sobre un principio de autoridad que extrae de Dios mismo su fuerza y da al religioso el mérito de la obediencia. Los superiores animan a los hermanos a observar fielmente nuestra vida; no se ocupen sólo del buen funcionamiento de las cosas de la fraternidad, sino que, previendo el futuro y estando atentos a las situaciones concretas, fomenten la concordia entre todos los herma– nos por el bien de toda la Iglesia 8 • Expongan la Palabra de Dios a los hermanos, cuiden convenien– temente su formación, usando, según los tiempos y lugares, los medios más adecuados: el coloquio espiritual en particular y con la comunidad, la homilía de la celebración eucarística; las cartas circulares y los encuentros sobre temas religiosos y franciscanos. Con los medios de que puedan disponer, traten de potenciar las posibilidades de los hermanos ayudándoles avivirde forma cada vez más coherente su propia vocación 9 • 8 Cfr Const 157 ,5-6. 9 Cfr Const 158. 129

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