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Y dichoso aquel siervo que no es colocado en lo alto por su voluntad y desea estar siempre a los pies de otros" 3 • También nuestras Constituciones exhortan a los ministros a que no ejerzan "la autoridad como señores", sino que deben sentirse y ser realmente siervos de todos los hermanos, proporcionándoles con el ejemplo y la palabra, espíritu y vida 4 • Pablo VI recordaba a todos los superiores religiosos: "Ejercer la autoridad en medio de vuestros hermanos significa, pues, servirlos según el ejemplo de aquél que 'hadado su vida para remisión de muchos'" 5 • Tal vez idealizada pero particulannente significativa es la pre– sentación del superior perfecto, que Celano y el Espejo de Perfec– ción ponen en boca de san Francisco: "Debe ser hombre de mucha reputación, de gran discreción, de fama excelente. Hombre sin amistades particulares, no sea que, inclinándose más a favor de unos, dé mal ejemplo a todos. Hombre amigo de entregarse a la santa oración, que dé unas horas a su alma y otras a la grey que se le ha confiado. Debe comenzar la mañana con la santa misa y encomendarse a sí mismo y la grey a la protección divina con devoción prolongada. Después de la oración se pondrá a disposi– ción de todos, pronto a ser importunado por todos, a responder a todos, a proveer con dulzura a todos" 6 • El "Perfectae Caritatis" (n.14), del que se hacen eco nuestras Constituciones, invitan a los ministros a que debiendo dar cuenta a Dios de los hermanos que les han sido confiados, presidan "sus fraternidades con caridad, poniéndose de buen grado como ejemplo de las mismas". Por lo tanto desempeñen con destreza el cargo encomendado cuidando del bien material y espiritual de los herma– nos 7 • 3 Adm 20,1-4; FF 169. 4 Cfr Const 156,2. s ET 24. 6 2C 39,185; FF 771. 7 Cfr Const 157,1-2. 128

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