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totalmente sometida a la voluntad de Dios. Francisco distingue claramente dos períodos en su vida: el del propio yo, de la vida de pecado, y el del "hacer penitencia", de la obediencia dócil a la voluntad de Dios. La adhesión a una vida de penitencia lo llevó poco a poco a vivir una vida "fuera del mundo". Comenzó entonces a ordenar su vida de manera distinta, según las bienaventuranzas del Evangelio y a predicar incansablemente la penitencia, "animando de obra y de palabra a todos los hombres a llevar la cruz de Cristo, y quiso que los hermanos fueran hombres penitentes" 4 • - "Es característico de nuestra Orden el espíritu de penitencia, mediante una vida austera" 5 • Tal afirmación debe inducimos a pensar que la penitencia no es un estado sino un camino que lleva a Dios; no algo estático sino dinámico en el más pleno sentido de la palabra. El hombre, colocándose delante de Dios, reconoce lo sublime de la divinidad y percibe su propia miseria; comprende que su vocación es la llamada a una grandeza alcanzable sólo a través de un continuo camino de conformidad con Cristo, guía hacia Dios. "Movidos por ese mismo espíritu y reconociendo el pecado en nosotros y en la sociedad humana, empeñémonos constantemente en la propia conversión y en la de los demás, para configuramos a Cristo crucificado y resucitado" 6 • 2. La conversión del corazón Antes de cualquierforma exterior de penitencia, se hace nece– sario un cambio interior, es decir "el volver a Dios". Esta actitud nos llevará a abrazar una vida estrecha, a completar lo que falta a los sufrimientos de Cristo, a participar en la obra de la Iglesia, santa y, al mismo tiempo, necesitada siempre de purificaci6n, y a promo– ver la venida del Reino de Dios que ha de unir a la familia humana 4 Const 101,4. 5 Const 101,5. 6 Const 101,6. 104
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