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EULOGIO ZUDAIRE HUARTE Alba y-de D. Luis de Recasens, que le asciende a contador de artillería; se establece definitivamente en Rentería el año de 1577 y emprende la cons– trucción simultánea de dos galeones, uno de ellos excepcional por su des– plazamiento de 810 toneladas, (año 1601), destinado al transporte de trigo y harina desde Santander a Cádiz, por cuenta de la real hacienda. Hizo de almirante en la escuadra que en 1581 se dirigió al estrecho de Magallanes y de asentador de los contratos con los dueños y capitanes de navíos que formaron la expedición. El tercero de los Amasa, por nombre Juan, convocado para pronun– ciarse acerca de la armadilla de Cataluña, asentó en 1605 un primer contra– to con la corona, a cuya disposición puso dos galeones de propia fabrica– ción y traza. Se le asignan 25 ducados mensuales de entretenimiento, «sueldo particular de fabricantes de navíos», que desde 1611 se le abonó por el presidio o guarnición de Pamplona. Su residencia eventual .en Nava– rra parece haber coincidido con el gobierno virreinal de D. Alonso de Idiáquez y Butrón, nieto del secretario de Carlos V, conde de Aramayona y duque de Ciudad Real. Es difícil deducir de los documentos, tan medianamente copiados por Gamón, cuántos navíos se montaron conforme a las trazas, grúas y medi– das que aplicó Juan de Amasa en los astilleros de Pasajes, Zorroza y Ber– meo. Se les da generalmente el nombre de galeones, cuyo arqueo, de 500 a 600 toneladas, sobrepuja la capacidad habitual de su tiempo. Uno de ellos, de 624 toneladas, el San juan Bautista, elogiado como sus congéneres por muy marinero, navegó a Nueva España; más de cuatro se sumaron a la escuadra de Vizcaya y otros tantos a la del Mar Océano, gobernada por su capitán general, D. Fadrique de Toledo y Osorio, que le encargó (año 1624) la construcción de la nave capitana o capitana real, por la buena ex– periencia que tenía de sus hechuras. El marqués de Taracena, en dictamen que presenta a Felipe IV, asegura que «de ningún fabricante se puede tener la esperanza que del dicho Juan de Amasa». Interviene en las comisiones convocadas por el duque de Lerma (1618) y por el conde duque (1641) para la reforma de las Ordenanzas de Nave– gación, dado «lo mucho que se deseaba y convenía su acierto para la res– tauración y comercio de esta Monarquía». Y se le autoriza, ante el descon– cierto de pareceres de los comisionados, a fabricar sus bajeles y galeones «según sus trazas, grúas e instrumentos propios». De ellos fue el navío Nuestra Señora de la Talaya, que «salió aventajado cuanto es notorio y alabado en el Mar Océano». Inspeccionó y reformó, según sus propios gá– libos, las zabras que el superintendente de Guipúzcoa, D. Alonso de Idiá– quez, tenía en gradas del puerto de Pasajes y los cinco navíos que se fabri– caban en Zorroza, señorío de Vizcaya, del asiento de D. Matías de Arana. Por los años de 1641 y 1643 se compromete a nuevas construcciones, por cuenta y al servicio de la real armada, y con ahorro de «embones y contracostado, que echan en Andalucía, que cuestan otro tanto como los mismos navíos en el astillero», según opina Juanes de Amasa. Fallece en Rentería el 29 de abril de 1658. La Real Hacienda le adeudaba 74.125 rea– les que en 30 de junio de 1673 ordenó la Reina Gobernadora hacer efecti– vos en el único descendiente, el presbítero D. Martín de Amasa. DON TIBURCIO DE REDIN, el tercer técnico llamado a consulta el año de 1635, debió de iniciarse en las artes marineras hacia el año 1620, en 496 [4]

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