BCCCAP00000000000000000001275

TIBURCIO DE REDIN, TECNICO NAVAL ran sobre el ancla y sobre tierra, sino montada la leua de la torre, del agua». No obstante ser tan grande el peligro, a nadie vio en servicio de vigila:ncia; todos, gentes de mar y de guerra, el almirante y D. Tiburcio de Redín, se estaban tranquilos en la ciudad. Hoy, día 4 de marzo, fecha de la carta, levantóse el marqués mucho antes del alba, pese a que ayer anocheció rondan– do por la playa y a estar purgado. Y como amaneció un tanto bonancible; mandó echar bando para que, pena de la vida, embarcase en los bajeles todo su personal y el de la urca varada «y que se juesen al puerto de Rosas v Cadaqués» (Adviértese -y no a humo de pajas- que no se trataba de ninguna expugnación o conquista, pues que ambos puertos estaban en manos españolas). A una pregunta de Redín sobre si se debía esperar tiempo hecho o levar con el reinante, responde el marqués que se levasen, «porque más combeniente hera que qualquier tiempo los encontrase en la Mar, que donde se hallan, pues sería cierto perderse sobre los cables». A la objeción de que los navíos están faltos de todo, replica D. García Osorio y Toledo que nunca serán tantos los riesgos en las 18 lenguas que dista Cadaqués de Barcelona como en su situación actual, «sobre el ancla, a un palmo de tierra, en playa tan tormentosa, cuyo fondo es de arena toja» (epíteto que debe de equivaler a «bacheada», en malas condiciones). Tampoco le convence la excusa de los vientos levantes: «me espanta que a v.m. siendo tan buen marinero no le haga fuerza que los lebantes ruedan a los jaloques y medios jornos y son aquí travesías ... ». Alega finalmente D. Tiburcio de Redín, en un papel al que va respondiendo el duque de Fernandina, que no está para navegar «por vn fluxo de sangre que me a sobrevenido». «De su falta de salud de v.m. -manifiesta no sin algún dejo de ironía el de Villafranca- me pesa mucho; y v.m. sabe que lo quiero y estimo como el que más; y que le he prebenido siempre que, con tan honrrados caballeros y soldados, jamás llega mi mala condición a serlo, sino quando la nezessita el servicio del Rey nuestro Señor» (como se presumía en el caso presente). No ignora el marqués-y así lo expresa en su respuesta-que, cuando atisbó el barón de Bigüézal la llegada de las dos naos de D. Francisco Mexía, comenzó a dejarse decir que tornaba a la corte sin esperar licencia de su majestad y que no tenía asentada plaza; en lo que era culpable, porque «le hauía ofrezido asentár– sela el veedor de tierra». Desde esa fecha no cesó el de Villafranca de repetirle que no cometiera tal desatino, que se ponía a riesgo. Y si bien no daba crédito al rumor insistente de que estaba determinado a partirse desde Rosas o desde Cadaqués, «en virtud desta carta buelvo a ordenar a v.m. que de una ni de otra parte no lo ejecute sin mandato de Su Magd. v de quien mejor que yo pueda dársele». Y añade un dato interesante que parecen ignorar sus biógrafos: « Yo no he mandado señaladamente a v.m. que salga, ni aun a su Almirante, que dicen que esta mañana se embarcó; pero si v.m. lo quisiere hazer, será de mucha impor– tancia». No buscó por tanto la humillación del caballero Redín, como precipi– tadamente se ha escrito. En los mismos despachos que se entregaron en Madrid al gobernador de la armada de Cataluña ha fundado Villafranca las órdenes cursadas para el salvamento de los dos bajeles. Y así lo hace constar en carta que leyó Redín, dirigida a su majestad. [9] 501

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz