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FRANCISCO ONDARRA Como se indica muy brevemente en aquel trabajo, la moraleja de la parábola es la ingratitud humana (pág. 388). Publicamos a continuación, casi literalmente, unas notas mecanografiadas que nos pasó el P. Policarpo de Iráizoz el día 15 de junio de 1978, poco después de haber leído nuestro artículo. El tema de la ingratitud humana se encuentra en el fabulista francés Lafon– taine s, del cual traduce al vascuence Goyhetche 6• Y se pregunta el P. Iráizoz: «¿De dónde tomó Lafontaine el asunto de esa fábula? ¿oé dónde y cómo llegó al sermonario y a nuestro folklore?» Es bien sabido que. en colecciones e:~ apólogos y cuentos que desde la India antigua vinieron a Occidente a través de versiones persas, árabes, siríacas, he– breas, griegas y latinas, hay una fábula algo parecida sobre la gratitud de los ani– males y la ingratitud del hombre. En el libro de Califa é Dymna 7, traducido del árabe al romance en el siglo XIII, aparecen tres animales: el ximio o mono, el tasugo o tejón y la culebra, y un hombre que es orebce 'oríficie, orfebre'. Los cuatro han caído en un hoyo pro– fundo excavado por cazadores para coger alimañas. Un religioso -en el original arábigo simplemente un viandante, como en la versión vasca, que es bidez/e.o 'vian– dante'- que pasaba por allí, oye sus gritos en demanda de auxilio, y compadeci– do, sirviéndose de una cuerda los saca, primero al ximío, después al tasugo, lue– go a la culebra y por último al hombre. Los cuatro se muestran sumamente agradecidos, y los tres animales le demostrarán su gratitud también con obras. En cambio, el hombre, después de muy buenas palabras y muchos ofrecimien– tos, acabará por calumniar a su bienhechor, acusándolo ante el rey de que es él quien ha saqueado y robado el tesoro real. El rey, irritadísimo, ordena que el religioso sea ahorcado. Pero aquí intevie– ne el tercero de los animales, la culebra, que da al hijo del rey un mordisco tan fuerte, que lo lleva a punto de morir, sin que nada puedan hacer los maestros y físicos con todas sus artes. En ese trance, el hijo del rey dice que el único reme– dio para su mal es que venga aquel religioso que llevan a la horca, y con sola su bendición quedará sano. Y así sucede: viene el religioso, le echa la bendición, le toca la herida con su mano, y el enfermo queda perfectamente sano. En conclu– sión: se descubre la inocencia del religioso, el rey lo deja libre y manda ahorcar al orfebre por ingrato y calumniador. Una versión o variante de Calila é Dymna es el Exemplario contra los engaños y peligros del mundo, traducido al romance del latín de Juan de Capua s. En él figura el mismo cuento con algunas variantes. Los animales son el ximio, la víbora y la serpiente; el bienhechor es un ermitaño y el hombre ingrato un argentero o pla– tero, que tiene el mismo fin que el orfebre. Como se ve, el desenlace es muy distinto. En el cuento oriental el hombre ingrato sufre el castigo merecido por su ingratitud. En Lafontaine, en el sermo– nario vasco y en nuestro folklore el hombre, no pudiendo sufrir que los árbitros S. En el libro décimo de las fábulas de Jean de LAFONTAINE aparece la que lleva por título «L'Homme et la Couleuvre». • 6. GOYHETCHF.: «Fableac edo aleguiac Lafontenenetaric berechiz hartuac, eta -Aphec;:ac fran– xesetic escoarara berxutan itc;:uliac». Bayonan, 1852, págs. 258-264. 7. Ver el libro de Calila é Dymna, capítulo XV. 8. «Exemplario contra los engaños:y peligros del mundo». Zaragoza, 1531, folios LXXIX– LXXX. 104 (2]

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