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P. ANSELMO DE LEGARDA Allí se guarecen unos pobres a los que se presenta: -Me llamo Stein y soy cirujano. He estado en la guerra de Navarra y volvía por Extremadura a buscar un puerto donde embarcarme para Cádiz, y de allí a mi tierra, que es Alemania... -Y ¿de qué partido era usted? -preguntó la anciana-; ¿de don Carlos o de los otros? -Servía en las tropas de la Reina -respondió Stein. (I, 13.) ·Después de varias semanas de convalecencia, el cirujano piensa en em– prender su viaje. -¿Quién habla de viajes en mitad de diciembre? -preguntó Ma– nuel-. ¿No ve usted, santo señor, los humos que tiene la mar? Escuche usted las seguidillas que está cantando el viento. Embárquese usted con este tiempo, como se embarcó en la guerra de Navarra, y saldrá con las manos en la cabeza, como salió entonces. (I, 33.) * * * Tres años llevaba Stein en aquel tranquilo rincón. «Sus padres habían muerto mientras él se hallaba en el ejército de Na– varra.» ( I, 44.) En aquella jornada no a todos les había ido como al joven médico alemán. La escritora nos introduce en una tertulia de una condesa. «Cerca de ella estaba sentado un coronel joven, recién venido de Ma– drid, después de haberse distinguido en la guerra de Navarra.» ( I, 66.) Un general, militar de la época de Napoleón, y tío de la condesa, co– menta sorprendido que un mequetrefe de veinticuatro años luzca ya los tres galones de coronel. A él le costaron más sudores y más derroche de valor en el Rosellón, en América, en Portugal. * * * El último capítulo de La Gaviota nos .brinda otro recuerdo de la guerra de Navarra. Es en el verano de 1848. El alcalde quiere «patriotizar» al pue– blo cambiando los nombres de las vías públicas. 322 [4]

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