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RECUERDOS DE NAVARRA EN FERNÁN CABALLERO De cuando en cuando se detenía y fijaba su mirada en un pobre perro que le seguía y que, en aquellas paradas, se acostaba jadeante a sus pies. · El perro procedía de los montes de Navarra y, por su lealtad a su antiguo amo, Stein le había dado el nombre de «fiel» en su lengua. -¡Pobre Treu -le decía-, único ser que me acredita que todavía hay en el mundo cariño y gratitud! ¡No; jamás olvidaré el día en que por pri– merá vez te vi! Fue con un pobre pastor que murió fusilado por no haber querido ser traidor. Estaba de rodillas en el momento de recibir la muerte y en vano procuraba alejarte de su lado. Pidió que te apartasen y nadie se atrevía. Sonó la descarga y tú, fiel amigo del desventurado, caíste mortal– mente herido al lado del cuerpo exánime de tu amo. Yo te· recogí, curé tus heridas y desde entonces no me has abandonado. Cuando los bromistas del regimiento se burlaban de mí y me llamaban cura-perros, venías a lamerme la mano que te salvó, como queriendo decirme: «Los perros somos agrade- cidos». ( I, 7.) · · Fritz Stein se adentra en la dehesa sin fin, desierto verde y uniforme como el océano. El sendero se ha perdido y el terreno se cubre más y más de maleza, de matorrales altos y espesos. Para aumento del horror de su situación, unos sordos y prolongados mugidos le anuncian la proximidad de alguna de las toradas medio salvajes, tan peligrosas en España. Afortunadamente lleva buena compañía. El perro Treu ('fiel') salva a su nuevo amo del peligro, cuando se encuentra frente a frente, y a pocos pasos, con un toro, pronto a embestirle. El perro que en Navarra no pudo librar de la muerte al pastor, ataca ahora al toro por los corvejones, y lo distrae con sus ladridos, y da tiempo a su amo para ponerse a salvo. El perro paga caro su lealtad. Desde lejos ve Stein a su pobre compa– ñero, a quien el feroz animal levantaba una y otra vez por alto. ( I, 8.) Lo despide desde lejos: -¡Pobre, pobre Treu! ¡Mi ú.nico amigo! ¡Qué bien mereces tu nombre! ¡Cuán caro te cuesta el amor que tuviste a tus amos! ( I, 8.) * * * Sigue su camino. Llega a un vasto edificio, un convento abandonado a la fuerza por sus moradores, vacío ahora, pobre, desmantelado, puesto a la venta, sin compradores. (I, 9.) [3] 321

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