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RECUERDOS DE NAVARRA EN FERNÁNCABALLERO No sé de dónde proceden las noticias de Fernán Caballero relativas a la guerra de Navarra. Y no voy a afirmar que se inspiró en las páginas de \Vilkinson. Pero tampoco puedo resistir a la tentación de, enumerar varias coincidencias. Como cirujano alemán hemos visto a Fritz Stein. Como cirujano inglés se nos ha presentado Wilkinson desde la portada de su obra. Y pronto, pá– gina 180, encontramos a otro inglés, el cirujano asistente Jenner. Nadie se sorprenderá del cambio de nacionalidad, si conoce la poca simpatía de Fer– nán Caballero por lo inglés y su veneración por lo alemán. Por lo demás, en aquella primera página de La Gaviota el alemán Stein viajaba en un paque– bote inglés y procedía de puerto inglés. Jenner se tacha de loco por haber venido a la guerra civil, y recuerda con nostalgia a su familia, a su mujer, a sus hijos, pp. 180-181. Wilkinson acaba ahí mismo el cuadro sentimental de Jenner con una alusión compa– siva: «¡Pobre muchacho! Nunca más vio su amado hogar; cayó víctima de la desoladora peste que hizo estragos en Vitotia». Stein, en el primer capítulo de la novela, piensa en su padre, en su madre, en sus 'hermanos. Su padre y su madre fallecen, como vimos, durante sus dos años de estancia en Navarra. Y hemos copiado aquí el pasaje de la despedida de los suyos bajo los tilos. Tampoco volverá a verlos, pues en el capítulo penúltimo de la novela se nos informa de que murió de la fiebre amarilla en La Habana, como el muerto en Vitoria. Fernán Caballero ha rememorado al muerto en la acción de Mendigo– rría, al lado del general Córdoba. Wilkinson trae a la memoria a los agre– gados al gran ejército bajo Córdoba, p. 187. Wilkinson nos cacarea la intervención inglesa. El navarro Ramón no quería morir fusilado por los ingleses. Ramón recibe un lanzazo que le atraviesa el costado. Wilkinson nos pinta a los lanceros ingleses cuando volvieron a entrar triunfalmente en Vitoria, cada uno con dos· o tres gorras carlistas, que serían boinas blancas, en las puntas de sus lanzas, p. 188. · Fernán Caballero certifica la historicidad de la orden del conde de Clo– nard para que Ramón y sus compañeros carlinas sean curados y asistidos por los guiris. Wil~inson se dirige hacia su nuevo hospital «en el cual noté un número de heridos carlistas, oficiales y soldados, confundidos con nuestros desgraciados», p. 202. El navarro Ramón tiene mal concepto de los ingleses. Igual que los de Fuenterrabía, según Wilkinson, p. 207. Difiere el teatro de la guerra: las páginas históricas del inglés se desarro– llan con preferencia en Alava y Guipúzcoa, mientras que los episodios de la novelista se sitúan en Navarra. [11] 329
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