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P. ANSELMO DE LEGARDA «afusilado» sobre la marcha por el delito de pelear por el rey «ligítimo», Carlos V. A la pregunta de por qué no se va a las Provincias a pelear cara a cara, responde que está donde está para reclutar gente, caballos y dinero. Por más que se denomina carlino, se puede dudar de su identidad, pues acaba robando en tierra extraña como un vulgar «latrofaccioso». ( IV, 91-96.) No sé si también puede aludir a la guerra carlista uno de los diez man– damientos de la nueva ley: El ocho, que en Navarra reparten bizcochos. Ocurre en Lucas García. (IV, 203.) En los pasajes alegados parece percibirse cierta simpatía de Fernán Caballero por el partido de don Carlos, sin mengua de su amistad con la Reina ni de los elogios de ella, como el que pone en labios de un veterano en La corruptora y la buena maestra: «Ahí están mis hijos y mis nietos, que darían su sangre por Isabel Se– gunda, la más noble y generosa de las reinas.» ( IV, 426.) Entre los nombres .que da a sus personajes creo advertir cierta predi– lección por el de Carlos. Ciñéndonos a lo puramente navarro, a los pasajes aducidos al princi– pio de este trabajo, salta a la vista la compasión con que mira Fernán Caba– llero a los vencidos: al herido por cuya curación le expulsan, al pastor fusi– lado, al perro del pastor. Están llenos de simpatía y de nobleza los rasgos con que pinta a Ramón. No sé por qué rara casualidad, mientras preparaba este trabajo, abrí un tomo de la « Revista Internacional de Estudios Vascos» 19 ( 1928 ) , y en sus páginas 176-224 me encontré con la traducción de los Croquis de paisa– jes de las Provincias Vascas de España, obra cuyo original se publicara en Londres en 1837. Su autor, Henry Wilkinson, figura como cirujano del Es– tado Mayor de la Legión Británica. 328 [10]

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