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P. ANSELMO DE LEGARDA Por esas repetidas alusiones se puede colegir que en la mente de Fer– nán Caballero casi se identificaban la primera guerra carlista y la guerra de Navarra. Por eso no será despropósito agregar varias alusiones más a don Carlos. · Al principio de La Gaviota creen de uno que viaja de incógnito y se ponen a hacer conjeturas. «Pero, bien considerado, yo sospecho que es un agehte de la facción, un empleado oscuro de don Carlos.» ( I, 6. ) Ya hemos registrado el pasaje en que le preguntan a Stein de qué partido es, si de don Carlos, o de los otros. (I, 13.) En otro pasaje dicen burlonamente de «la Gaviota» que es hija de un general de las tropas de don Carlos. (I, 111 y 112.) En Lágrimas, en febrero de 1848, desfilan varios partidos. -¿Te gustan los socialistas? ¿Te parece que son los que valen, prima? -Los odio, primo. -Y ¿los exaltados? -Los detesto. -Y ¿ los moderados? -Los aborrezco. -Y ¿los carlinas? -No los puedo ver. (II, 175-176.) Hace años, en San Sebastián, en el «Boletín de la Real Sociedad Vas– c:ongada de Amigos del País», 9 ( 1953) 203-209, publiqué un artículo titulado Desahogos cristinos en 1835. Recogía una serie de versos manus– critos en un libro de Lesaca. Ocurría la palabra «carlín», y, para ilustrarla aduje la autoridad de José María Azcona, que, en su Zumalacárregui explica quiénes trajeron el nombre de carlista en sustitución de carlino. Entre los versos figuraban también unos que decían: Carlos V tiene un hijo y le quiere coronar, y por corona le pone una piedra de amolar. Creí que lo que cantaban entonces los soldados cr1stmos en Lesaca y en otros lugares, había nacido al calor de aquella guerra. 326 [8]
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