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Precedencia de la noble casa de Lacarra en la iglesia de Uterga Hacía siglos que Jesucristo había dado en el Evangelio unas extrañas reglas de etiqueta: cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal; cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto. Las reglas se leían en latín y, por más que se empeñara el predicador en esclarecerlas, siempre seguían oscuras para la ambición ingénita del hombre. La ambición se cohonestaba con el deber que pesaba sobre una persona . de velar por la honra de su corporación, de la familia o de la casa propia. Por eso les parecía a nuestros mayores muy puesto en razón que se guardara la precedencia a la hora de ocupar los asientos en las Juntas de Alava, de la Provincia o del Señorío de Vizcaya, igual que en las Cortes de Navarra. En algunos de esos actos públicos solía andar mezclado el clero con el elemento civil y, en ocasiones, las juntas para elecciones se hacían en las iglesias. De ahí pudo nacer el deseo de extender la precedencia a los actos religiosos en el ámbito de la misma iglesia. Los motivos para exigir u otorgar un asiento en lugar preferente en el templo pudieron ser varios: la munificencia de una familia en la construcción o conservación del mismo templo, 1a nobleza notoria y algunos otros. Hoy propendemos a invalidar esas razones, pero entonces no podían aplicar nues– tros criterios. Se concedían esos privilegios, o se los arrogaban, y luego los defendían con tesón. Registré ya 1 la afrenta por el asiento en la iglesia de Portugalete, afrenta que se lavó con sangre, igual que otras dos en Lequeitio. Para ilustrar el caso incruento de Uterga podemos alegar el testimonio de ciertos testigos de Somorrostro a la hora de otorgar un hábito de Santiago a un tal Juan de Salazar, secretario del duque de Uceda, a principios del siglo XVII. 2 Los testigos de Somorrostro declaran de la casa de Salazar que «los dueños y señores de ella han gozado y gozan de muchas. honras y preemi– nencias, como eran primer asiento en la iglesia y el primer lugar en las pro– cesiones, y en ofrecer, y tomar paz... no pechando ni contribuyendo ~n nin- 1 En Lo vizcaíno en la literatura castellana, San Sebastián, 1953, pp. 317 y 400. 2 Véase María Luisa CATURLA, Andanzas e infortunios de Juan de Salazar "El Viejo", en "Boletín de la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País" .5 (1949) 146-147. [l] 191

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