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NAVARRA EN LA OBRA DE EDUARDO MARQUINA y al salir de los bosques sacaban las coronas empenachadas de hojas y arañadas de espi11as. ( 721) Junto al recuerdo de tiempos pasados está latente la preocupación por la división de España: ¡y a España no alcanza el manto para todo! ( 722). Cada ciudad sigue su rumbo: porque, si os juntan caminos, no os conjunta un pensamiento todavía ... Toda estás dispersa, España; son rebaños desunidos tus afanes; y así no tienes, España, otra voz que los aullidos de tus canes. Insiste una y otra vez en ese mismo tema. Ya advertimos que la tercera parte de Tierras de España, bajo el lema «durar», va consagrada a «Santa María de Roncesvalles. Leyenda» (VI, 730-765). La invocación comienza así: Tanto aire de montaña respirado, tanto rumor de hayedo, tanto riente prado, medido al golpe de un andar tan quedo, y todo, al fin, se desvanecería sin recogerlo en ti, Señora mía 18 • 18 Veíamos al principio que a Cejador le agradaba esta parte del libro. Agradable es también para el lector moderno. Y hay más todavía. El poeta la considera como un hito importante en su propia vida. En el prólogo del autor, fechado en Madrid el 28 de abril de 1944, t. I, p. XV, escribe Eduardo Marquina: "España en cuerpo y alma; amor de Dios en su divina madre: he aquí el sentido de estos tres gritos. Los tres con– fluían en una recta de salvación". Esos tres gritos son: la dedicatoria escrita en 1908 en la primera página de Las hijas de! Cid; los versos dirigidos al hijo casi contem– poráneamente, en una de sus obras líricas, Canciones de! momento. "Y algo después (1912), en las últimas páginas de otro poema, Tierras de España, de rodillas ante la Virgen, en la Colegiata de Roncesvalles, y en tierras navarras, ungidas de hispanidad, rezaba a Nuestra Señora, diciéndole: [25] Mírame llegado al hito de la senda por mi pie ; ve que dudo y necesito, Madre mía, tener fe; 255

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