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P. ANSELMO DE LEGARDA La tercera secc10n de la segunda parte de Tierras de España se titula «Ruinas en la montaña. Poema cíclico» (VI, 718-730). Poema que, para mí, no es tan fácil de entender como los otros. Parece que el poeta sigue encumbrado en los montes de Roncesvalles. Mira bien. Desde aquí rasan tus miradas de dos reinos diferentes las llanuras, y no llega a estas alturas el rumor del torrental en las cañadas... ( 719) Se nos viene a las mientes aquella actitud de «Juventud de la Tierra». Sólo que ahora el encuentro del alma fuerte es con Dios y con los ante– pasados. Piensa bien. Cuando en flaqueza a medio monte, encontrando aquella sombra en los jarales, te sentaste a contemplar el horizonte y a tu sed brindó una fuente sus raudales, al beberla en tus dos manos reunidas, con el agua en tus entrañas penetraron las piedades de tu Dios, a quien olvidas, y el esfuerzo de unos hombres que le honraron. El alma fuerte tiene que examinar qué ha hecho por su Dios y sus abuelos. 254 No sé si puede referirse a Ibañeta cuando canta: Mira bien. El monumento derruido aún publica, en actitudes de coloso, los afanes de la lid que ha combatido contra el tiempo y el olvido en el aire de las cumbres silencioso. El canto segundo alaba a los que araron las montañas: Fueron con la simiente de sus propias hazañas sembradores de reinos, en un gran gesto agrario, estos reyes antiguos de manto legendario, que en sus marchas guerreras araron las montañas. Parece que de nuevo se nos aparece la sombra de los Sanchos. En sus vestes de pieles, blandiendó sus azconas, a su paso escapaban hombres y salvajinas, [24]

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