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P. ANSELMO DE LEGARDA la charla, anocheciendo, con tus clásicas viejas; las he visto, a hurtadillas, mirar por las ventanas, enérgicas, huesudas, cubriéndoles las canas la toca negra, atada detrás de las orejas ... De esta parte, la vida, como toca al origen, no altera, todavía, las leyes que la rigen, y es secular y joven, como la roca viva; Val-de-Ayezcua, entre montes me hicieste rastrear, por estas angosturas, de lugar en lugar, bajo mi España, aún fuerte, la veta primitiva. Saldré de estos peñales con un canto de guerra; sobre todas las tierras, ensalzaré mi tierra; seré agresivo contra todo exótico intento; queda aquí el reservorio de la raza nativa; ¡y hay piedra, en estos montes de soledad esquiva, donde tallar los arcos para un Renacimiento! Consta de seis sonetos el poema «Mi posada» ( 674-677). Estando en ella se imagina el poeta que vive en una posada del siglo XVII, el de nues– tros Felipes, el de Velázquez, y revive escenas teatrales de aquellos días. Cuando las nieblas hacen el horizante oscuro o la nortada azota los árboles distantes, esta vieja posada, para sus estadantes, tiene un pasillo donde recogerse a seguro. Sigue imaginando que en las noches de invernada hacen corro en la cocina el cabrero, el boyero, el juez y el mayoral. 244 Recoge, en sí, la vida de toda la posada este hogar de montaña, con el fuego central, y, alrededor, los bancos, de lustroso nogal, colocados debajo de la campana holgada.· ... Me gustaría ser, como mi posadero, para los que caminan, refugio en el camino; ser el dueño, en mis calmas, del vaso de buen vino que al leñador alienta y engaña al pordiosero; contar, en mis manteles, con el plato sobrero para el ignoto huésped que depara el destino; estar medio yo en casa, medio yo peregrino, persiguiendo el azar, de sendero en sendero ... [14]

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