BCCCAP00000000000000000001259

NAVARRA EN LA OBRA DE EDUARDO MARQUINA La negra va a seguras hasta el sitio en los prados, donde la hierba es grasa y hay sombra bienhechora; la roja, inquieta y ágil~ en el aire avizora el olor penetrante de los henos segados ... La roja parece que está pidiendo una férrea armadura. Tiene el trepidar de miembros que precede al ataque. Pero la negra, en un desdén de semidiosa, su gran cola nocturna batiéndole la grupa, es como· el monumento de una raza gloriosa, cuando, a sombras de un haya, la yeguada se agrupa. Porque en las horas quietas del arduo mediodía, mientras en luz incrusta su ritmo la cigarra, van las yeguas al bosque, que yil las protegía cuando los Sanchos eran señores de Navarra. El poema «De una temerilla», antes mencionado, terminaba así: Fue a la madre arrimando la cría; hasta las ubres dióle auxilio; y ttl hombre siguió hablando, en su gran paz de idilio, grave como un boyero de Virgilio. Ahora, ante el grupo de yeguas, gracias a la de las crines de endrino, vuelve a descubrir uh aire de abolengo latino. Bajo el hayal oteo la clara lejanía de unos campos que suenan a estrofa virgiliana, y, en el triunfo de oro de la paz octaviana, rezuma de abundancias la tierra labradía. ·Sueña en un desfile de yuntas de colonos romanos, por la estampa de la negra. En cambio [9] Cuando a los pies de un haya se agrupa la yeguada, esta yegua rojiza .de la crin volandera, si solamente en ella detengo la mirada, reconstruye, en el grupo, la Vasconia guerrera._ Se adueñan sombras épicas de las yeguas, montura de jefes, que rodean la tienda de su rey, y empuñan lanzas rígidas hombres, con armadura de cuero, a la defensa de su pueblo y su ley ... 239

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz