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44 Miguel Anxo Pena González tarde 147 . El personarse en Roma en este momento no parece que haya sido sim– plemente una idea de los misioneros sino que debía provenir de la misma Curia, en su afán por conocer realmente la situación vivida por los misioneros y los abusos frecuentes del Patronato Regio 148 • Era algo que la Congregación ya había intentado dos años antes, cuando en noviembre de 1682 escribía al cardenal Millini en estos términos: "se dignará Vuestra Eminencia de emplear sus oficios para que les sea permitido venir a Roma con vuestra obediencia y presentarse ante esta Sagrada Congregación" 149 • El nuncio había estado espe– rando a que llegase el momento más propicio en el que su viaje no llamase tanto la atención y pudiesen exponer sus penurias ante el pontífice. Con los datos que han llegado hasta nosotros se puede deducir que todo el proceso estaba marcado por una serie de prudencias y miedos por parte de la corona de España. Las fuertes crisis económicas que durante el reinado de Car– los II llegan a unos extremos vertiginosos, unidas a las constantes tensiones con Francia, obligaban a caminar con suma delicadeza para que el asunto no se convirtiese en un auténtico problema de Estado. La corriente innovadora aban– derada por Francisco José de Jaca y Epifanio de Moirans cuestionaba radical– mente toda la férrea estructura en Indias y las consecuencias ante la maltrecha economía española eran bastante evidentes. E. Schiifer, a este respecto, recuerda que "la situación del Consejo de Indias en el reinado de don Carlos II estuvo peor que en tiempos anteriores" 150 . Por otro lado, las posturas tan poco transparentes y evangélicas mantenidas por los eclesiásticos en La Habana referían directamente a la excomunión de todos aquellos que habían abusado de sus derechos contra los misioneros. En este juego de intereses, el Consejo de Indias se mueve con una gran sutileza y suspicacia, utilizando al provincial de los capuchinos de Andalucía para que defienda los intereses de la Corona y consiga que los religiosos hagan el menor alboroto posible y no llamen la atención. Al mismo tiempo, recurren al nuncio Millini para que sea él quien dictamine y ejecute, pero siempre rode– ado de una fuerte presión. Savo Millini, hombre hábil y de grandes recursos, sabe manejar los acontecimientos y salir airoso de los mismos, salvando ade– más en todo momento, los intere_ses defendidos en Roma. En la corresponden– cia se puede ver detalladamente cómo las negociaciones son lentas y pruden– tes. El intercambio de cartas y recibos es casi diario. El detalle, lejos de ser 147 La Congregación no les da ningún documento por escrito, pero la petición de Francisco José de Jaca, en diciembre de 1685, confirma el hecho. Cf. /bid., docs. 149-150. 148 Cf. /bid., doc. 135. 149 "Si degnerá l'Eminenza vostra d'implegare Ji suoi ufficii perche sia loro permesso di portarsi a Roma con l'ubidienza da farsi dall'Eminenza vostra per venirsene aquesta Sacra Congregazione": /bid., doc. 43. 150 E. SCHAFER, El Consejo Real y Supremo de las Indias. Su historia, organización y labor adminis– trativa hasta la terminación de la Casa de Austria. l. Historia y organización del Consejo y de la Casa de Contratación de las Indias, Sevilla 1935, p. 275.
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