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26 Miguel Anxo Pena González de su tratado 47 . Este detalle nos permite afirmar que su trabajo no era algo que se había elaborado ocultamente, sino que por el contrario, se trataba de algo conocido y apreciado por los sectores culturalmente más selectos de aquella plaza. Éstos, en cuanto empiezan a sentir la presión de que pueden ser objeto, dejan al capuchino solo ante sus argumentos morales y evitan cualquier razón que los ponga en peligro. La postura firme de Jaca ante una sociedad basada en férreos estamentos jerárquicos, provocó automáticamente graves disensiones y conflictos, que se repetían cada vez que un hacendado o propietario de escla– vos se acercaba al sacerdote en busca de la confesión sacramental. La pregunta sobre la posesión de esclavos buscando la debida restitución, era siempre una constante y provocaba un rechazo inmediato de los penitentes hacia el minis– tro, saliendo la mayoría de éstos enfurecidos ante la insistencia del misionero. Un ejemplo de tantos, es el que relata en el proceso judicial el alférez Blas Calvo, miembro de la sociedad criolla cubana. Cuenta que: "Estando morando en el convento del señor san Franc;isco el uno de ellos nombrado fr. Franc;isco fue una mañana a hablarle este testigo en la selda de su habitazión para que le confesare, y aviéndole preguntado el dicho padre que si tenía esclavos, y respondídole el testigo que sí, le dijo que no le podía conf~ssar, y instándole el declarante a que le confesare, le respondió con resoluc;:ión el dicho padre que no le abía de confesar menos que dándole palabra de dar libertad a los esclavos que posee, porque los tenía injustamente y con mala conc;ienzia siendo libres, y que aunque lo abía predicado en los púlpitos en esta c;iudad no se hazía caso de su doctrina, y que estaban viviendo bárbaramente los dueños de esclavos, y viendo el testigo su resoluc;ión se salió de su selda sin confesarse con dicho padre" 48 . Los testigos se suceden con gran profusión de detalles, mostrando el cariz que tomaba la cuestión. Las posturas encontradas son cada vez más insosteni– bles y el reencuentro se hace casi imposible. Otro testigo de excepción es don Lope de Hozes y Córdoba, capitán de infantería que se expresa en estos térmi– nos: "Fue público y notorio que los dichos religiosos persuadieron en introduc;ir esta doctrina con tanto rigor, que a las personas que con ellos llegaron a confe– sarse, no los querían absolver si primero no les daban palabra de dar libertad a sus esclavos, como uno de ellos lo hizo con doña Beatriz de Valdespino, muger 47 "Factum que quoddam compovit in defensionem naturalis mancipiorum libertatis quod probarunt lectores Sancti Francisci et magistri Sancti Dominici, in tantum quoque magni fecerunt ut dixerunt capucino nec perdere tempus, nec parere labori. Quia mala inundaverant absque termino et creverant ultra modum": EPIFANIO DE MO!RANS, Serví liberi..., f. 5. 48 Apéndice, doc. 13, ff. 30v-3lr.

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