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20 Miguel Anxo Pena González no en la búsqueda de sus derechos y menos aún de su libertad. La experiencia vivida en Cartagena debió influir poderosamente en el espíritu impulsivo de aquel misionero que, pocos días después, alzará su voz en contra de esta tira– nía22_ Nada más llegar a Caracas, Jaca asume un talante profético y liberador, defendiendo los derechos de indios y misioneros, para ello recurre decidida– mente al rey. El hecho tiene especial significación por tratarse de un simple misionero, lo que da claras muestras de su talante personal. La misión de los Llanos estaba en su fase de consolidación y las necesidades de la misma eran innumerables 23 . Esta circunscripción había sido encomendada a los capuchinos por el Patronato Regio después de ser salvadas las dificultades para que éstos pudiesen pasar a América en calidad de misioneros enviados por el rey 24 . De su misma documentación se deduce que debería pasar a la misión del Darién, pero encontrándose la isla bajo una fuerte revuelta de los naturales, así como por haber caído en manos de los franceses, no se permitía la entrada a ningún súbdito de la corona española 25 . Ante estas circunstancias imprevistas Fran– cisco José se embarca con sus hermanos de hábito en un trabajo sin descanso en aquel basto y hermoso territorio que comprendía la misión de los Llanos de Caracas. No sabemos cuál fue el papel ocupado en la misma, salvo las dos car– tas dirigidas al rey a principios de diciembre de 1678 26 . Lo que parece seguro es que permanece en ella hasta mediados de 1681. Su salida de la misión debe estar íntimamente unida al tema de la escla– vitud. Aunque no aparece ninguna referencia explícita, es muy extraño que el misionero tenga que abandonar la misión con el ingente trabajo que tienen entre manos los pocos misioneros que la componen. Por otro lado, sabemos que desde Cartagena de Indias, Francisco José escribe nuevamente una carta al 22 Cf. Apéndice, doc. 3. 23 Los primeros capuchinos españoles llegaron por primera vez al nuevo Continente en 1650. A la cabeza de ellos iba el insigne fray Francisco de Pamplona, que había conseguido que FeUpe IV les permi– tiese emprender la gesta misionera en las Indias occidentales. Sus intentos de implantar una misión fracasa– ron, por Jo que fue preciso esperar hasta 1657 para que una cédula les permitiese trabajar en la conversión de los naturales en la provincia de Cumaná y sus Llanos. Habría de pasar un año más para la aprobación de la misión de los Llanos de Caracas. Para cuando Francisco José de Jaca llega, ésta tenía capacidad suficiente para acoger a tantos religiosos como deseasen embarcarse en aquella aventura, debido al basto territorio que comprendía. Cf. BUENAVENTURA DE CARROCERA, Misión de los capuchinos en los Llanos de Caracas. I-III, Caracas 1972. 24 Sobre las dificultades de trabajar los capuchinos en las Indias occidentales, cf. MELCHOR DE PoBLA– DURA, "Génesis del movimiento misional en las provincias capuchinas de España (1618-1650)", en EstFran 50 (1949) pp. 209-230; BUENAVENTURA DE CARROCERA, "El Consejo de Indias y las misiones de los capu– chinos españoles", en ISIDORO DE VILLAPADIERNA (ed.), Miscellanea Melchor de Pobladura. II, Roma 1964, pp. 279-31 l; P. BORGES, El envío de misioneros a América durante la época española, Salamanca 1977, pp. 91-95; ID., Religiosos en Hispanoamérica, Madrid 1992. 25 En referencia a la misión capuchina de Darién, cf. A. SANTOS HERNÁNDEZ, "Las misiones católicas", en A. FucHTE - V. MARTIN (dirs.), Historia de la Iglesia. De los orígenes a nuestros días. XIX, Valencia 1978, pp. 246-257. 26 Cf. Apéndice, docs. 3-4.

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