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que uno de esos elementos es el que se refiere concretamente a su opción por escribir en lengua vulgar. No se puede olvidar que la lengua es -y ha sido siem– pre- un elemento con claras implicaciones, tanto políticas como ideológicas que, dependiendo hacia dónde se oriente, tendrá unas consecuencias determinantes y diametralmente distintas. Así sucede, por ejemplo, cuando Antonio de Nebrija dedica a la reina de Castilla la gramática de la lengua caste– llana, por lo que le escribe un significativo prólogo en el que apoya el proceso de unificación y centralización promovido por los soberanos, sirviendo así a su causa 186 • La lengua se convierte también así en un medio de propaganda. Por otra parte, era algo que refería a una sensibilidad exis– tente, donde entraban también en juego lo patrones de carác– ter ético que se podían encontrar en los clásicos y que seguían estando presentes en el mundo de la enseñanza. Grandes humanistas, como fray Hernando de Talavera, entendían que el humanismo permitía un beneficio ético o político, bus– cando una instrucción religiosa de la gente. Esto, incluso, se proyectará en las Indias Occidentales, con el aprendizaje -y no solo de las lenguas autóctonas-. No dejaba de estar pre– sente una fuerte convicción: la capacidad de las lenguas para transformar la realidad, debido a que es un instrumento de influencia directa sobre los hombres. Uno de los grandes sueños sostenidos por los humanistas era lograr un cambio en el mundo, incluso que este se pudiera alcanzar por medio de la lengua y la literatura clásica. Este sueño, en el caso del Maestro Ávila tenía otra orientación y finalidad, que se vincula directamente con su proyecto exis– tencial. Así, igual que había optado por sacrificar en sus pro– puestas educativas una formación retórica, pues entendía que era continuar en la línea emprendida tradicionalmente por las grandes universidades, pero que difícilmente abría un espacio de diálogo y, lo que para él era más importante, de un trabajo práctico apostólico. Opta por modelos sencillos, comprensibles por todos también en el lenguaje. 186 « ... que siempre la lengua fue compañera del imperio; y de tal manera lo siguió, que junta mente comen~aron, crecieron y florecieron, y después junta fue la caída de entrambos». E. A. Nebrija, «Prólogo», en Id., Gramática de la fengua castellana. 127

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