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ejemplo particular, comprensible por todos, pero al mismo tiempo aleccionador. Desde el momento que se afirma que, si alguien de quien no se puede dudar que ocupaba un papel especialmente significativo, era capaz de realizar un oficio concreto, como ayuda a su padre, cuánto más cualquier otro que tuviere necesidad y limitaciones económicas. Por otra parte, en un conocimiento bastante real del ser humano, con– sidera que no es bueno que este viva ocioso 173 , por los peligros que eso entraña. Este detalle que, puede pasar desapercibido, nos está proyectando la figura de san Juan de Ávila hacia el mundo de la educación social que, como hoy día se pone de manifiesto, tiene su lugar de realización en la calle, en medio de la vida cotidiana y de sus propios límites. Ese oficio, además, entendía que debería realizarse en la casa, con lo que entraba en escena un ámbito público y de representación, con cierta carga moralizante, desde el momento que otros podrían ver cómo era realizado y llevado a término 174 • Si tradicionalmente se ha resaltado su preocupa– ción por la formación de los clérigos, como capaces de gene– rar una transformación social, estamos también intuyendo otra serie de preocupaciones o miradas sociales, que comple– taban ese espacio de reforma. El trabajo camina de la mano de una sensibilidad social que entiende debe ayudar a una correcta distribución de los bienes, como medio para poner freno a la pobreza. Algo que ya lo había expresado antes, en el mismo memorial: «Al oficio de la majestad real conviene que sus vasallos no vengan a pobreza» 175 • 173 Cf. Íd., «Reglas de espíritu», en Obras completas o.e. II, 848, §. 28. 174 En este sentido, es bueno también tener presente el tono abiertamente iró– nico que mantiene frente al ministerio desempeñado por algunos clérigos. Así sucede cuando se refiere a los canónigos, diciéndoles que madruguen, ya que «ni es buena excusación el ser aquellos días los oficios largos. El remedio es tomarlos bien temprano, pues toman buenas rentas. Y no se quejen de esto ni se cansen, pues no se quejan ni se cansan de ser las rentas largas. Y miren que los curas, cuyo oficio es de muy mayor trabajo, no se quejan de tener sermones todas las fiestas, con tener muy menos rentas; y, pues el oficio de las catedrales es loar a Dios, de lo cual, aun de balde, no se habían de cansar, razón es no se cansen, pues llevan buena renta». Íd., «Advertencias al Concilio de Toledo (1565-1566) », en Obras completas o.e. II, 659-660, §. 18. 175 Íd., «Advertencias necesarias para los reyes», en Ibíd., 635, §. 13. 123

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