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como si de una leve y constante lluvia se tratase, que solo des– pués de un tiempo uno llega a tomar conciencia de lo que estaba acaeciendo y, más en concreto, cómo iba cambiando su vida. Esa espiritualidad, al mismo tiempo, debía expresarse mediante obras de caridad. En esta propuesta había tam– bién algo de ingenuidad, que se hace patente en la obra del Maestro Ávila. Se trataba de vivir al modo de un evangelismo puro, aunque este pudiera suponer también ciertas fórmulas poco elaboradas. Los hombres allí formados no estaban llamados a ser sim– plemente una pequeña élite intelectual y virtuosa, sino que debían ser transmisores y propagadores de dichas ideas allí donde fuesen. Como ha señalado Melquíades Andrés «el uni– versitario complutense, y con él la cultura española, supera el estrecho concepto de Renacimiento, como puro retorno a los clásicos. Sus héroes y pensadores no se contentan con imitar a los antiguos, sino que tienen conciencia de aventajarlos» 161 • Así, en aquella Universidad, donde permeaba un ansia y pro– yecto evangelizador, el joven estudiante de Almodóvar del Campo estará acompañado y dirigido por grandes figuras, que influirán en él, pero que tendrán en él, lo que es más importante, un referente seguro, de cómo llevar adelante algunos proyectos que, a lo largo de los años, se le encomen– darán. Estos proyectos son, además, fruto de una opción: «... porque no puede tener uno gran cuidado y dili– gencia en dos cosas; y por eso conviene quitar el uno de estos dos cuidados, y sea el del siglo, que es honra, y deleite, tomando gran cuidado de servir a Dios en todo y por todo, forzándose a contentar[5e} con lo menos que pudiere» 162 • Fray Luis de Granada resalta la relación que tuvo con su maestro Domingo de Soto. El detalle tiene su importancia, cuando queremos intuir por dónde caminan sus opciones. No se puede olvidar que el dominico es un hombre de amplios y variados intereses, que muestra sensibilidad por los proble- 161 M. ANDRÉS MARTÍN, La Teología española en el siglo xw; II, Madrid: BAC, 1976, 40. 162 S.JUAN DE Áv1LA, «Reglas de espíritu», en Obras compktaso.c. II, 848, §. 31. 118

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