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la instrucción era un primer paso. Al mismo tiempo, esa mirada exhaustiva suponía un profundo conocimiento del ser humano, desde la comprensión de que el hombre puede errar en el camino de búsqueda de la verdad, pero esto no quiere decir que no pueda alcanzar un ideal. Algo que, por tanto, abría la santidad a todos. En este orden de cosas, en el Audi, filia estará afirmando que la razón y el conocimiento humano están capacitados para descubrir la verdad acerca de Dios y la creación 14 7 • El primero de esos proyectos será la fundación de un colegio, que posteriormente se convertirá en el Seminario Conciliar de San Cecilio. Al mismo tiempo tendrá también una participación en la organización de los colegios de santa Catalina, de los Abades y de san Miguel, en la misma ciudad. En algún momento pudiera parecer que Ávila está obsesionado por todo aquello que tenga que ver con lo edu– cativo cristiano: la evangelización y catequesis, la educación de niños y jóvenes, juntamente con la doctrina cristiana, la reformación y coherencia de un sacerdocio culto y santo. Casi podríamos decir que es así puesto que, de otra manera, no es fácilmente explicable la fundación de tres colegios mayo– res, once menores, tres convictorios sacerdotales y, al mismo tiempo, la organización de un Colegio-Universidad, como luego veremos, en un semillero de apóstoles para su entorno. Si lo comparamos con otros proyectos y clérigos preocupados por lo educativo, constatamos que la gran mayoría se orien– tan hacia un proyecto homogéneo que van reproduciendo de 147 Será una de las ideas que se van perfilando a lo largo de la obra. Proponemos un solo ~jemplo: «Lo primero que nos es amonestado en estas palabras es que oyamos; y no sin causa, porque como el principio de la vida espiritual sea la fe, y ésta entre en el ánima, como dice San Pablo mediante el oír, razón es que seamos amonestados primero de lo que primero nos conviene hacer (cf. Rom 1O,17). Porque muy poco aprovecha que suene la voz de la verdad divina en lo de fuera, si no hay orejas que la quieran oír en lo de dentro. Ni nos basta que, cuando fuimos baptizados, nos metiese el sacerdote el dedo en los oídos, diciendo que fuesen abiertos, sí los tenemos cerrados a la pala– bra de Dios, cumpliéndose en nosotros lo que de los ídolos dice el profeta David: Ojos tienen y no ven; orejas tienen y no oyen (Sal 113,5)». S.JUAN DE ÁVILA, «Audi, filia, cap. I», en Id., Obras completas. I: Audi, filia. Pláticas. Tratados, F. Hemández Martín - L. Sala Balust (eds.), Madrid: BAC, 2000, 539. Acerca de este tema, cf.J. D. GAITÁN ROJAS, «Un manual compendio de vida cristiana. El Audi, filia de san Juan de Ávila», Teología y Catequesis 123 (2012) 73-95. 110

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